sábado, 9 de abril de 2016

Tú mismo, tu mayor enemigo.

Hoy vengo a hablar de un tema que padece la gran mayoría de la humanidad, que es terriblemente común, y por el que yo he pasado durante gran parte de mi adolescencia. Llevo mucho, muchísimo tiempo queriendo subir esto pero no me he sentido que fuese del todo verdad.
Ha costado, pero ya me siento libre. Todo este tiempo me he sentido atada a... ¿nada? sin sentido, sintiéndome inferior y por eso privada del derecho de hacer ciertas cosas, de ponerme cierta ropa, de no corresponderme con los cánones de belleza... En fin, puedo afirmar que me siento satisfecha de haber pasado por aquellos quebraderos de cabeza, porque lo que no te mata te hace más fuerte.
Me han servido para contrastar, aprender, y sobre todo, para evolucionar.
Realmente, nadie me decía gran cosa, alguna vez, pero la que más miedo, más pánico al ridículo, a lo social tenía era yo misma. Mi mayor enemigo era yo misma. Mi obstáculo para avanzar era yo misma. Mi problema más grande era yo misma. Pero de repente llega un momento en el que te levantas, te miras al espejo y decides cambiar. Eliminas todos esos pensamientos negativos gradualmente y decides cuidarte. Una vez leí una cita relacionada con todo esto que me encantó. Decía así: "Tu cuerpo cierra y sana tus heridas, repara y fusiona tus huesos cuando se rompen, tu cuerpo te ama. ¿No es momento de que tú lo ames a él?
Y eso es el quid de la cuestión. Tenemos la estúpida e inservible costumbre de basar nuestra felicidad en algo externo: un novio, un amigo... Pero es que el verdadero cambio está en ti mismo. ¿Cómo vas a querer tú a alguien si no te quieres? ¿Cómo va a salir eso? Una relación basada en la inseguridad, el mangoneo y la manipulación.
En mi vida he tenido muchas personas que me han hecho sentir inferior, inservible, tonta, inferior, minúscula, me han dejado de lado. Pero tengo que darles las gracias a esas personas. Gracias de verdad. Sois equivalentes a un examen de física en mi vida. Todos al final los he aprobado así que estoy contenta.
He aprendido a quererme. Ahora me río más porque me da igual las arrugas tan raras que se me hacen en los pómulos. Ha costado, vaya si ha costado, pero he aprendido a querer mis muslos grandes y celulíticos, ya puedo ir en pantalón corto y bikini y que me dé igual. He aprendido a querer mis estrías, mis clavículas que se me notan tanto, mi mechón rubio natural, mi piel blanca como la leche, mis ojos enanos, mis caderas anchas contra las que tanto he luchado por esconder o disimular, ya me compro camisas que enseñan el ombligo pero que siempre me daba miedo enseñar, me pongo más vestidos, me maquillo más.
Llena de imperfecciones, destrozos, remiendos, pero sí. Ya sé enhebrar la aguja y coserme los desgarros, ya soy fuerte, segura de mí misma. Mi cuerpo es mío, y de nadie más.Y por supuestísimo que tendré caídas por este tema, como todo el mundo, pero la mentalidad ha cambiado totalmente. El proceso de aceptación es largo, larguísimo, todavía no he terminado para nada. Sigo considerando mi cuerpo una cárcel que me priva de actuar de cierta forma que me gustaría, pero en un grado mucho menor por suerte.
Si me estás leyendo y has sufrido problemas de autoestima, te sientes inferior, recuerda que, al que más debes esforzarte por gustarle eres sólo a ti.