viernes, 3 de octubre de 2014

La lluvia


El sonido de las gotas repiquetear contra el suelo mojado se repetía una y otra vez en mi cabeza. Tic, tic, tic. La noche era fresca, la brisa corría suavemente y la noche era clara. Tic, tic, tic. No paraba.
Estar ahí era un auténtico espectáculo. Desde la parada de autobús, se veían las luces cosmopolitas de la gran ciudad que se hallaba unos cuantos kilómetros más lejos de nosotros tintineando vivamente. También se oían las últimas gotas de lluvia que nada tenían que ver con la tromba de agua que atronó la carretera hace relativamente poco, unos cuantos minutos.
Noté tu brazo rodeándome, caliente en contacto con mi fría piel. Cerré los ojos para pensar, pensar en qué hacer para no dormirme a tu lado. Estaba tan a gusto. El sonido de la lluvia era  como si fuese una nana cantada rítmicamente, que relajaba a cualquiera que lo estuviese oyendo. Coloqué mi cabeza en la cálida y cómoda unión de tu cuello y tu hombro. Me sentía segura a tu lado. Como protegida de cualquier problema o mal en el mundo simplemente apoyándome en ti.

Suelen decir que el paraíso es un lugar, un lugar perfecto; la verdad, yo no lo creo así, creo firmemente que el paraíso de alguien puede ser también una persona. También que el paraíso era donde Adán y Eva estaban refugiados en un entorno perfecto, libre de preocupaciones, sin ningún mal. Pero creo que también se puede ser acogido, refugiado, en una persona. Alguien puede ser el ambiente perfecto para otra persona, su razón de ser, de pensar, de vivir. La causa de la disipación de todos los problemas. La capacidad de mover la mar y la tierra con tal de encontrar ese equilibrio.
Y ¿sabes? Me perdería infinitamente contigo con tal de volver a pasar momentos tan perfectos como éste. Porque un paraíso así no es fácil de encontrar.
Tic, tic, tic.
Entre la lluvia, tu calidez, y tu mano acariciándome la mejilla acabo cerrando los párpados, con una sonrisa deslumbrante en la cara.

Es inevitable, supongo.

martes, 16 de septiembre de 2014

La esfinge y el viento

(Relato ficticio)
Entré en la habitación con una ilusión desbordante. Estaba a punto de empezar una nueva etapa en mi vida, la universidad. La verdad, yo me veía todavía muy pequeña para pensar en todas estas cosas, pero bueno. Me había movido a la otra punta del país para poder formarme mejor. Y claro, iba a tener que conocer a mucha gente ahí fuera. Entre qué ponerme, cómo actuar, mi forma de hablar para poder contentar a la gente me estaba haciendo un lío. Me miré en el espejo viejo de mi habitación con gesto de desaprobación. Esa ropa era buena y cómoda, pero no la apropiada para mostrar que soy una chica que viste de forma arreglada. Cogí con resignación uno de los varios vestidos que mi madre me había obligado a comprarme y me lo puse. Me sentía como un saco rosa chicle. Pero bueno, mejor que unos vaqueros y que una camisa vieja, supongo. Suspiré y me tiré en mi mullida cama concienciándome de que iba a empezar algo totalmente nuevo y desconocido. Cambié de posición y vislumbré un libro que descansaba en la mesilla de noche; era el libro de cuentos infantiles que me contaba mi abuela de pequeña, francamente, no podría haberlo tirarlo después de todo este tiempo. Abrí las páginas con cierta nostalgia y con sumo cuidado. Fui pasando las páginas y vi un cuento del que no me acordaba para nada, qué raro. Se titulaba "La Esfinge y el viento", al parecer anónimo.

"Cuenta la leyenda que en el Antiguo Egipto, los humanos empezaron a conocer los materiales y cómo manipularlos, y con aquellos avances y conocimientos que adquirieron erigieron una majestuosa y enorme esfinge. Una auténtica proeza, todo el mundo hablaba de lo increíble que era. La esfinge era feliz, siendo la más aclamada de todas las obras arquitectónicas de aquellos tiempos.
Pero los humanos poco tardaron en mejorar y aprender. Y construyeron las pirámides. Auténticos laberintos llenos de salas de momificación y veneración a Anubis, dios egipcio de los muertos. Rápidamente el mundo empezó a hablar de las pirámides de Egipto con mucha más admiración que cuando la esfinge se creó. 
Al ver esto, la esfinge montó en cólera y llamó a Ptah, el mismísimo dios creador, inventor de la albañilería y con poder sanador. 
-¿Qué sucede, esfinge? ¿Qué has?
- Las pirámides son la obra arquitectónica con más reconocimiento que yo incluso. Eso es intolerable, Señor de la Magia. Y yo, que fui la primera, la más importante antaño, he sido completamente olvidada por esos necios humanos. !Soy más bella y enigmática que esas pirámides!
- ¿Qué sugieres pues?
-Necesito cambiar de forma. Quiero ser la más bella obra arquitectónica de todos los tiempos.
-¿Aunque eso conlleve perderte a ti misma?
-Lo que sea. 
-Hablaré con Shu, el dios de los vientos y la luz, para que invoque fuertes y raudas corrientes que pasen y te modelen para que seas la más querida. 
La esfinge estaba pletórica de alegría y accedió sin dudarlo. 
Pero lo que no sabía la esfinge era que el dios Ptah le había engañado. Al ver la desbordante e innecesaria soberbia de la esfinge invocó aquellos vientos para que cada uno de los granos que conformaban la esfinge se fuesen volando con el viento para ir a parar a las dunas, las verdaderas proezas naturales adoradas por los hombres egipcios. Y así la esfinge seguiría siendo venerada."
"No por ser superior
condenes lo que hay en tu interior".

Miré con interés la última página. Y me quité ese horrible vestido rosa fosforito para ponerme lo que realmente quería yo, la ropa cómoda de antes. Me miré al espejo y me reí. Ya sabía perfectamente lo que iba hacer. No dejarme perder por los demás como la esfinge. La clave de ser feliz es uno mismo.
Con una sonrisa puesta en la cara, y la última frase grabada a fuego en mi mente, salí de mi casa para empezar algo totalmente nuevo.

domingo, 15 de junio de 2014

Sin título

No sé qué escribir. No lo sé, francamente. Lo más normal es que me apoyo en la balaustrada, miro el paisaje, el cielo, los pájaros, la gente pasar, y dejo que las ideas me fluyan, me llenen el alma, me sanen por dentro. Que discurran como un río armonioso lleno de colores y sensaciones tan bien conectadas unas con otras, tan bella combinación forman que hacen estremecerme, hacen que sienta muchas sensaciones por ideas y  que ni siquiera son reales o que ni que nunca o casi nunca me ocurrirán.
Y llega el momento de plasmarlo. Y mis dedos corren, a contrarreloj, antes de que esas ocurrencias repentinas no se me desvanezcan de mi mente.
Y logro al fin terminarlo. Probablemente me parezca media hora más tarde un relato horrible y despreciable, pero en estos momentos a mis ojos me parece la composición más armoniosa que he escrito jamás.

Pero últimamente esas cosas no pasan... Ahora veo las cosas de una forma distinta, no llego a ese punto de armonía. Supongo que es el estrés. O eso es la excusa universal para todo que las personas suelen poner.


martes, 3 de junio de 2014

Realidad sumida en lo irreal

Estaba caminando por la orilla de la playa, las olas se arremolinaban como chorros de plata resplandeciente. Acerqué mis pies descalzos a la zona del suelo donde acababan las olas. Fue una leve caricia, que al cerrar los ojos me hacía evadirme y sentirme bien. A veces pienso que debí haber nacido sirena, o con branquias.
Esbocé una sonrisa, riéndome  de mí misma. Qué tonta podía llegar a ser.
Con todas estas ideas rondándome la cabeza, me alejé de la costa, y con un gesto desenrollé la esterilla. Me tumbé, los pies se salieron de ella. Me puse de lado, y me recogí a mi misma.
Los párpados, pesados como losas, cayeron con fuerza, y el murmullo de el romper del agua me acompañaron.

Cerré el libro. Miré confusa a la portada. Qué curioso. Pensaba durante un momento haber sido esa chica, al lado la línea de costa, con las aguas ondeando en frente suya. Pero no. Seguía en el porche de casa, en la mecedora de madera de la abuela, con el libro en la mano.
Hubo un momento en el que todo pareció diluirse ante mis ojos. Me sentía etérea,  con todo dándome vueltas en la cabeza.

¿Qué era realidad y qué era sólo lectura?

domingo, 4 de mayo de 2014

The A Team

White lips, pale face 
Breathing in snowflakes 
Burnt lungs, sour taste 
Light's gone, day's end 
Struggling to pay rent 
Long nights, strange men. 

And they say 
She's in the Class A Team 
Stuck in her daydream 
Been this way since 18 
But lately her face seems 
Slowly sinking, wasting 
Crumbling like pastries. 

And they scream 
The worst things in life come free to us 
Cos we're just under the upperhand 
And go mad for a couple of grams 
And she don't want to go outside tonight 
And in a pipe she flies to the Motherland 
Or sells love to another man 
It's too cold outside 
For angels to fly 
Angels to fly 

Ripped gloves, raincoat 
Tried to swim and stay afloat 
Dry house, wet clothes 
Loose change, bank notes 
Weary-eyed, dry throat 
Call girl, no phone 

And they say 
She's in the Class A Team 
Stuck in her daydream 
Been this way since 18 
But lately her face seems 
Slowly sinking, wasting 
Crumbling like pastries 

And they scream 
The worst things in life come free to us 
Cos we're just under the upperhand 
And go mad for a couple of grams 
And she don't want to go outside tonight 
And in a pipe she flies to the Motherland 
Or sells love to another man 
It's too cold outside 
For angels to fly 
Angels to fly 

An angel will die 
Covered in white 
Closed eye 
And hoping for a better life 
This time, we'll fade out tonight 
Straight down the line 

And they say 
She's in the Class A Team 
Stuck in her daydream 
Been this way since 18 
But lately her face seems 
Slowly sinking, wasting 
Crumbling like pastries 
They scream 
The worst things in life come free to us 
And we're all under the upperhand 
Go mad for a couple of grams 
And we don't want to go outside tonight 
And in a pipe we fly to the Motherland 
Or sell love to another man 
It's too cold 
For angels to fly 
Angels to fly 
To fly, fly 
Or angels to die

domingo, 27 de abril de 2014

El mundo escondido tras tus ojos.

Hay tanto que quieres esconder, tanto que enterrar en el fondo de ti para que nadie lo vea, para que nadie descubra ese tú que le tratas de ser monstruoso, feo, desagradable y condenado a vivir a oscuras para siempre encerrado en la prisión donde será tratado como lo que se le ha llamado desde siempre.
Pero te has olvidado de uno de los portones más grandes y vistosos por los que escapan a borbotones todos esos monstruos, ansiosos por mostrarse por primera vez a la luz ante los ojos de los patidifusos rostros que los contemplan.
La mirada. Qué decir de la mirada. Para ello mejor recurrir del refrán popular: "La mirada es el espejo del alma". Ahí está la clave. La mirada es un reflejo de tu alma, un periódico que muestra lo que pasa día a día en ese mundo que sólo conoces tú. Aunque quieras encerrar algo dentro de ti, siempre algo se filtrará por la mirada. La mirada es la muestra más viva de todo nuestro ser exterior, la que actúa de puente de "lo de fuera" y lo "de dentro". Cuando mencionan algo sobre lo que estás intentando ocultar, automáticamente, como si de una botella a presión siendo descorchada se tratase, todo lo que se halla en el interior provoca tal presión que, por mucho que tú intentes ocultar lo que estés pensando, acaba saliendo rápidamente y estalla, haciendo una explosión de duda e inseguridad manifestada en tu mirada. 
Y ya está. Todo los esfuerzos fueron en vano. 
Así que, si ya está la mirada para mostrar quiénes somos, ¿Por qué avergonzarnos y de nosotros mismos y no mostrar una parte oculta si nuestra mirada lo va a acabar delatando?

jueves, 3 de abril de 2014

Problemas- Solución.

Sus párpados caían como losas. Las pestañas pesaban, húmedas. Le hacían encapsularse en un mundo oscuro, silencioso, triste. En la penumbra se podía ver una figura. Unas letras, parecían. O quizás unos números. No lo tenía muy claro. Era una figura increíble. Partículas humeantes bailando pausadamente.
Estuvo mirándolo con confusión. Atisbó después de un tiempo la palabra "Problemas"
Problemas.
Se acercó, intentando tocar con su propios dedos aquella figura que le parecía tan hermosa. Pero cuando se acercó a ella, las partículas comenzaron a ir contra ella, le zarandearon, y le tiraron al suelo. No sabía cómo algo tan delicado podía hacerle tanto daño. Esas partículas describían una serie de trayectorias de tal forma que impactaban sobre su cuerpo dolorido.
Tenía que abrir los ojos... Pero estaban tan cerrados, los párpados pesaban tanto...
Necesitaba ver la luz. Abrir los ojos.
Hizo un esfuerzo sobrehumano, dejó de pensar en esas motas punzantes y por fin abrió los ojos.
Las partículas se juntaron en una enorme esfera flotante de color verde esmeralda. Súbitamente, toda la oscuridad en la que todo estaba sumido desapareció, la luz inundó toda la estancia.
Era una amplia sala, de estilo rococó, pintada casi entera de un blanco brillante. De donde provenía la luz era de una amplia balaustrada que daba a un paisaje soleado y verde.
Fue a la balaustrada y se quedó mirando, apoyándose en la barandilla el bello paisaje. La esfera de partículas ahora era de un violeta intenso, y se deshizo, y se pusieron alrededor de ella, acariciando su piel y su pelo. Extendió los brazos y cerró los ojos. Dejó que las partículas sanasen su cuerpo dolorido, recorriendo centímetro a centímetro sus brazos.
Por fin se sentía curada.

Cuando despiertes V



Richard, el padre de Lena cogió el primer avión a Toulouse. Sabía que con lo cabezota que era su hija habría cogido un avión y habría ido al manicomio a buscar a su hermana. Estaba más que seguro. Y aparte, después de la discusión que tuvieron, no podía dejarla marchar de esa forma.
¿Y qué le diría a Angela cuando la viese?
¿Le recordaría? ¿Le miraría con repugnancia?
Suspiró y cogió  sus maletas para llegar lo antes posible a enmendar sus errores de una vez por todas.

-¿Tú crees que se parará alguien aquí?
-No lo sé.- Amber y Lena estaban sentadas a un lado de la calzada esperando a que algún conductor llegase, y, con suerte, les dejase pasar.
Lena se tumbó. No podía dejar de pensar en su gemela. Se la imaginaba muy sádica, matando a todo el mundo que tenía alrededor suya. Quizás al verla a ella se le pasasen todas las ganas de asesinar sin piedad. O quizás se quedase sorprendida por ver a una doble. O quizás...
Se oyó el  claxon de un coche. Las dos chicas se incorporaron rápidamente, e hicieron el gesto del auto-stop El automóvil paró. La conductora era una señora mayor que tenía la cara arrugada por el paso de los años. Tenía una car
-¿A dónde queréis ir? Tengo mucha prisa, me voy en ferry a Francia. ¿Vais allí?
Las chicas se miraron sonrientes.
-¿Le importa que le acompañemos en su viaje?
-No, claro que no. Pero venga, que vamos a llegar tarde.
Las chicas se metieron en el coche, las dos en la parte de atrás, porque el asiento del copiloto estaba ocupado por un enorme labrador con cara amistosa.
-Lo siento, chicas. A Harold le gusta más el asiento de delante. Si lo pongo atrás se revoluciona.
Harold era un  perro grande y blanco. Llevaba un collar rojo en su cuello en el que colgaba una placa dorada con su nombre en letras mayúsculas y elegantes grabadas en ella.
 -No pasa nada, señora. Si Harold está bien y no se enfada, por ahora todo irá bien.
-Por cierto, ¿Cómo os llamáis?
-Yo soy Lena y ésta es mi prima Amber. ¿Y usted?
-Yo soy Mary Adelaida Christine Cook, pero llamadme Adelaida.
-No se preocupe, lo haremos.
 El viaje fue muy largo. Adelaida puso cintas de ópera y jazz todo el rato. Por fin cogieron el ferry, y después alquilaron un coche, y por fin, después de varias horas llegaron a Toulouse. Pero en la rotonda de entrada a la ciudad ponía un cartel que decía: “Bienvenidos a Lyon”
-Adelaida-dijo Lena- ¿Usted no iba a Toulouse?
-¿Toulouse? La verdad es que no, pero estaría bien ir.
-Pare el coche, Adelaida. Nos hemos equivocado de destino-dijo Amber.
-Bueno, ya que estáis en mi ciudad, lo mínimo que puedo hacer es invitaros a que os quedéis a dormir en mi casa y ya mañana os cogéis un tren a Toulouse pronto y ya está. ¿Qué os parece?
-Vale- Amber, con expresión decepcionada, miró hacia la ventana. La carretera progresivamente se fue convirtiendo en un terreno lleno de piedras y baches. Adelaida aparcó al lado de una casa grande y espaciosa Entre el enorme jardín, adornado con margaritas y verde hierba, salía un pequeño sendero adoquinado con baldosas de color crema que conducía al porche espacioso que daba entrada a la casa.
-Bienvenidos a mi casa.
Harold salió enloquecido del coche. Se esperó moviendo la cola rápidamente y esperando pegado a la puerta principal para corretear por el jardín. En cuanto su dueña abrió la puerta principal, se puso a correr sin rumbo definido por todo el jardín. Lena sonrió. Aquella casa le inspiraba cierta confianza.

-Kevin, estamos ya en Lyon, ¿No?- preguntó Luke
-Sí, mi abuela vive cerca de aquí. Nos quedaremos a dormir en su casa y mañana seguiremos.
Un buen rato después de conducir por las calles de Lyon y siguiendo por un pedrego, encontraron la casa. Llamaron al timbre y abrió una chica rubia de ojos verdes muy claros. Tenía cara confusa. Luke la miró perplejo. Era igual que Angela, solamente que ella tenía los ojos más grandes y más claros. Llevaba su pelo recogido en una trenza que le caía por el hombro izquierdo.
-¿Puedo ayudaros en algo?- preguntó. Tenía una voz dulce y gentil.
-Yo soy Kevin, y éste es Luke. Es la casa de mi abuela.
-Pasad, pasad- la chica les dejó pasar.
-Buenas noches, mi querido nieto. ¿Qué les trae a mi humilde morada?
Kevin se lo explicó todo con un tono amable y comprensivo.  La señora sonrió de oreja a oreja.
-¡Claro que sí! Pasad.
Entraron. En la cocina había otra chica que iba cargada con una bandeja llena de tazas con café y pastas. Miró a los chicos sorprendida. Fue al salón a dejar la bandeja. Los chicos la siguieron, y sentada en un sofá jugando con un perro, estaba la chica que les había abierto la puerta. Se levantó a saludarlos.
-Hola, yo soy Lena.
-Igualmente. Yo soy Kevin y éste es Luke.
La chica de la bandeja se acercó.
-Yo soy Amber-dijo la otra chica- ¿Queréis pastas?
-Sí, gracias- dijo Luke.
 Los dos chicos se sentaron en unas sillas próximas a la mesa y cogieron unas pastas.
-Lo siento, caballeros. Nos contaba con ustedes y no he hecho café suficiente. Esperad que haga un poco más- dijo Adelaida levantándose.
-Oh, no se preocupe. No hace falta que haga más…-pero Adelaida ya se iba a la cocina a preparar más café. Kevin y Luke miraron perplejos cómo sacaba la cafetera para hacer más café.
-¿Qué hacéis aquí, chicas?- preguntó Kevin.
-Vamos a Toulouse. Quiero encontrarme con mi hermana gemela.
-¿Angela?-dijo Luke- Esa es tu hermana gemela, ¿no?
Lena lo miró sorprendida.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque la conozco. Y es idéntica a ti- Lena lo miró con una cara entre sorprendida y confusa.
-¿Tú… tú también vas al manicomio ese?
-No, ya no es un manicomio. Ahora es una hermandad para matar al que era injusto. Todo esto lo creó mi abuelo. Y mi padre opinaba que hasta el injusto merece la vida, iba a demoler ese manicomio.
-¿Y tú.. tú matas?
-No del todo- se rascó la cabeza- nosotros castigamos con veneno. Depende de la injusticia, le damos un veneno más o menos potente. Lo más normal es uno que sea flojo.
Lena se quedó sorprendida mirando a Luke.
-Tu hermana es una de los mejores soldados de toda la hermandad. Le encargaron una misión muy difícil que era matar con veneno de viuda negra a un vidente que lleva intentando destruir la hermanad desde que se creó. Y no ha vuelto desde entonces.
-Puede… ¿Puede haber muerto?
-No creo. Angela es muy fuerte. No creo que el vidente la haya matado.
-¿Podemos ir con vosotros?
-Vale, no creo que suponga ningún problema.
Amber miró a Lena durante unos segundos y no hicieron falta ni palabras.
-Sí, iremos con vosotros. Gracias.
-No es nada-dijo Kevin sonriendo.
Adelaida apareció con dos razas de café humeantes en otra bandeja y la dejó en la mesa. Ella se sentó mientras Harold se acurrucaba al lado de la chimenea e intentaba dormirse. Adelaida les preguntó si querían cenar, y todos asintieron energéticamente. Cenaron, se dieron las buenas noches a cada uno y se fueron a dormir. 
Al día siguiente, se despertó porque una mano en su hombro derecho le sacudía con suavidad el brazo derecho. Lena abrió levemente los ojos, y se sonrojó.
-¿Luke? ¿Qué… qué pasa?
-Venga levántate. Necesitamos salir lo más pronto posible- Lena se lo quedó mirando unos segundos. Sus ojos refulgían en la penumbra de la habitación. Se fue y Amber entró.
-Venga, Lena. Tenemos que irnos-.tenía una sonrisa en la cara.
-¿Por qué sonríes?- dijo Lena curiosa.
Amber la miró.
-Porque puedo. Porque tengo ganas de aventura, simplemente- se estiró- Llevaba mucho tiempo encerrada.
-Interesante- se levantó- ¿Sales o te quedas a ver cómo me cambio?
-No miro- se sentó en la cama y se puso a mirar a la pared. Lena, rápidamente se vistió. Se despidieron de Adelaida, y muy rápido se fueron al coche para empezar el viaje. Kevin arrancó el coche. Lena miró por la ventana.Hoy hacía mal día.  Iba ser un viaje muy largo. Pero acabaría mereciendo la pena.
Miró a su prima y sonrió y se puso a mirar por la ventana al ver cómo los juncos se mecían al son del viento por su ventanilla.

jueves, 20 de marzo de 2014

Cuando despiertes IV


A la mañana siguiente, las dos primas se levantaron al mismo tiempo, y, sin mediar palabra entre ellas, cogieron todo lo que necesitaron y huyeron sigilosamente de la casa.
Hoy hacía un día espléndido. Las hojas esmeralda de los árboles se arremolinaban sin cesar a pesar de la leve brisa que hacía. Se oía el murmullo tenue del río bajando sigilosamente por su cauce y los pájaros trinando a lo lejos. En el cielo había dos nubes solitarias que parecían algodón de azúcar y coronaban el cielo azul.
Lena miró aquel bello paisaje y por un segundo, se olvidó de todos sus problemas e inquietudes; le invadió una paz poco a poco que resultó como un bálsamo sanador para su alma.
Tenemos un largo camino por delante. ¿Por dónde vamos?- dijo Amber.
-Eh, pues- Lena se recompuso rápidamente y se centró en el asunto- El manicomio es en Toulouse, Francia. Pero estamos en plena Escocia. Deberíamos coger un autobús hasta la costa y después un barco para pasar ya directamente por Francia.
-¿Dónde está la estación de autobuses?
-Está en la ciudad. Tenemos que coger un taxi.
-Vale, pues nada. No creo que por aquí haya mucho taxi.
-Me temo que sí. Vamos a tener que andar hasta que encontremos algún coche para hacer auto-stop. Es una de las mejores alternativas que tenemos.
Amber asintió y ambas comenzaron a andar a lo largo de la carretera a ver si veían algo, o alguien, pero no se veía ningún coche.

Kevin estaba ordenando el veneno en los estantes del laboratorio. Estaba preocupado por Angela. No había vuelto desde ayer que le encargaron la misión contra ese vidente. La verdad, para qué mentir, estaba muy preocupado. 
Oyó unos ruidos detrás de él, y se giró para ver quién era.
Para su sorpresa, apareció el Maestro. Tenía su ajetreada y demacrada cara preocupada.
-Kevin, Angela no vuelve. Sólo nos faltas tú. Así que ya sabes, tienes que ir a buscarla.
-Pero señor, ¿Cómo voy a localizar a Angela?- preguntó perplejo
El Maestro fue apresuradamente a su despacho. Volvió con un aparato que se asemejaba a un mando de control remoto.
-Esto-explicó- es un localizador. Todos los pacientes internados aquí cuando se apuntan se lo colocamos. A Angela le pusimos uno cuando se internó en la hermandad. Con el localizador, podrás saber en qué punto exacto de la Tierra se encuentra cualquier persona. Ah, Y una cosa más. Te acompañará mi nieto y así no irás solo. Luke, ¿Estás ya?
-Sí, abuelo, no te preocupes- salió corriendo desde la entrada hasta el coche de Kevin jadeante. Luke vino corriendo hacia Kevin y le dio unas palmaditas amistosas en la espalda.  Llevaba un cinturón con varias dagas y cuchillos y una pistola ceñido fuertemente a su cintura.
-¿Qué pasa Kevin? ¿Listo para la aventura?
Kevin sonrió, pero vio la expresión seria del Maestro y se calló.
-Esto no es un jueguecito, Luke. Es una misión de alto riesgo de la que podríais salir malheridos o incluso muertos. Así que menos risas y más concentración.
Los dos chicos se quedaron blancos como la tiza; automáticamente se fueron los dos al coche y lo pusieron en marcha sin siquiera decir palabra.
-Qué majo tu abuelo.
-Ya se ve, supongo que será un poco realista, todo esto es muy serio, pero se ha pasado tres pueblos. Venga a ver, ¿Cómo se usa esto?
-Deja- le quitó el localizador de las piernas y miró dónde estaba Angela. 
-¿Dónde está?
-En….-hizo una pausa- San Petersburgo, Rusia.

El vidente se paseaba lentamente por la sala con sus ojos grandes y verdes como un gato entrecerrados.
-¿El antídoto ha funcionado? ¿Está ya intoxicada?
-Sí, señor. En teoría sí- Una chica bajita de unos dieciséis años que examinaba a Angela de baja estatura empezó a tomar notas en una libreta rápidamente.
-Genial, Donna. Buen trabajo. Muy buen trabajo.
El vidente se dirigió a Angela. Estaba atada inconsciente en una cama. Su pelo rubio se arremolinaba inerte alrededor suya. Tenía la boca de un color mustio y levemente abierta. Muy lentamente, se acercó a ella, y rozó sus labios con los de la chica. 
-Mi pequeña Angela- susurró- no me deberías haber retado.