jueves, 20 de marzo de 2014

Cuando despiertes IV


A la mañana siguiente, las dos primas se levantaron al mismo tiempo, y, sin mediar palabra entre ellas, cogieron todo lo que necesitaron y huyeron sigilosamente de la casa.
Hoy hacía un día espléndido. Las hojas esmeralda de los árboles se arremolinaban sin cesar a pesar de la leve brisa que hacía. Se oía el murmullo tenue del río bajando sigilosamente por su cauce y los pájaros trinando a lo lejos. En el cielo había dos nubes solitarias que parecían algodón de azúcar y coronaban el cielo azul.
Lena miró aquel bello paisaje y por un segundo, se olvidó de todos sus problemas e inquietudes; le invadió una paz poco a poco que resultó como un bálsamo sanador para su alma.
Tenemos un largo camino por delante. ¿Por dónde vamos?- dijo Amber.
-Eh, pues- Lena se recompuso rápidamente y se centró en el asunto- El manicomio es en Toulouse, Francia. Pero estamos en plena Escocia. Deberíamos coger un autobús hasta la costa y después un barco para pasar ya directamente por Francia.
-¿Dónde está la estación de autobuses?
-Está en la ciudad. Tenemos que coger un taxi.
-Vale, pues nada. No creo que por aquí haya mucho taxi.
-Me temo que sí. Vamos a tener que andar hasta que encontremos algún coche para hacer auto-stop. Es una de las mejores alternativas que tenemos.
Amber asintió y ambas comenzaron a andar a lo largo de la carretera a ver si veían algo, o alguien, pero no se veía ningún coche.

Kevin estaba ordenando el veneno en los estantes del laboratorio. Estaba preocupado por Angela. No había vuelto desde ayer que le encargaron la misión contra ese vidente. La verdad, para qué mentir, estaba muy preocupado. 
Oyó unos ruidos detrás de él, y se giró para ver quién era.
Para su sorpresa, apareció el Maestro. Tenía su ajetreada y demacrada cara preocupada.
-Kevin, Angela no vuelve. Sólo nos faltas tú. Así que ya sabes, tienes que ir a buscarla.
-Pero señor, ¿Cómo voy a localizar a Angela?- preguntó perplejo
El Maestro fue apresuradamente a su despacho. Volvió con un aparato que se asemejaba a un mando de control remoto.
-Esto-explicó- es un localizador. Todos los pacientes internados aquí cuando se apuntan se lo colocamos. A Angela le pusimos uno cuando se internó en la hermandad. Con el localizador, podrás saber en qué punto exacto de la Tierra se encuentra cualquier persona. Ah, Y una cosa más. Te acompañará mi nieto y así no irás solo. Luke, ¿Estás ya?
-Sí, abuelo, no te preocupes- salió corriendo desde la entrada hasta el coche de Kevin jadeante. Luke vino corriendo hacia Kevin y le dio unas palmaditas amistosas en la espalda.  Llevaba un cinturón con varias dagas y cuchillos y una pistola ceñido fuertemente a su cintura.
-¿Qué pasa Kevin? ¿Listo para la aventura?
Kevin sonrió, pero vio la expresión seria del Maestro y se calló.
-Esto no es un jueguecito, Luke. Es una misión de alto riesgo de la que podríais salir malheridos o incluso muertos. Así que menos risas y más concentración.
Los dos chicos se quedaron blancos como la tiza; automáticamente se fueron los dos al coche y lo pusieron en marcha sin siquiera decir palabra.
-Qué majo tu abuelo.
-Ya se ve, supongo que será un poco realista, todo esto es muy serio, pero se ha pasado tres pueblos. Venga a ver, ¿Cómo se usa esto?
-Deja- le quitó el localizador de las piernas y miró dónde estaba Angela. 
-¿Dónde está?
-En….-hizo una pausa- San Petersburgo, Rusia.

El vidente se paseaba lentamente por la sala con sus ojos grandes y verdes como un gato entrecerrados.
-¿El antídoto ha funcionado? ¿Está ya intoxicada?
-Sí, señor. En teoría sí- Una chica bajita de unos dieciséis años que examinaba a Angela de baja estatura empezó a tomar notas en una libreta rápidamente.
-Genial, Donna. Buen trabajo. Muy buen trabajo.
El vidente se dirigió a Angela. Estaba atada inconsciente en una cama. Su pelo rubio se arremolinaba inerte alrededor suya. Tenía la boca de un color mustio y levemente abierta. Muy lentamente, se acercó a ella, y rozó sus labios con los de la chica. 
-Mi pequeña Angela- susurró- no me deberías haber retado.

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