martes, 18 de marzo de 2014

Cuando despiertes III


Lena no asimilaba todavía esa foto.  
-Papá… ¿Quién es esta niña?- Lena le pasó el álbum a su padre con los ojos todavía fijos en aquella fotografía. Su padre lo miró. Se quedó blanco como la tiza. Miró a Lena paralizado.
-¡Papá!- exclamó Lena- Respóndeme, por favor. ¿Quién es esta niña?
Su padre, sin mediar palabra, le cogió del brazo y la metió en casa. Miró de derecha a izquierda y cerró la puerta de la casa con pestillo. Lena, asustada, y, sobre todo, confusa se sentó esperando a que su padre dijese algo. Su padre se sentó enfrente suya con las manos temblorosas.
-Escúchame y no me interrumpas, por favor.
Lena le hizo caso, y preocupada, se prometió a sí misma que no le iba a preguntar nada hasta el final.
-Lena…-su padre tragó saliva- Esa chica… Habrás visto que es muy parecida a ti, ¿verdad? Pues esa chica es tu hermana gemela, sí. Esa foto que has visto es totalmente real. Tu madre y yo no sabíamos que íbamos a tener gemelos. Pensábamos que sólo te íbamos a tener a un sólo hijo. Entonces llegó el día en el que nacisteis vosotras dos. Tu madre murió desangrada. Fue demasiado para ella y tampoco en el parto estaban cualificados con los suficientes medios para hacerle sobrevivir. Entonces me quedé yo solo con vosotras dos. Más desamparado que nadie me quedé. Me tuve que hacer cargo de vosotras dos sobrellevando la muerte de tu madre como elemento adicional. Fuisteis creciendo, éramos felices, pero tu hermana, siempre mostró unas ganas increíbles de matar. De asesinar. Al principio era leve, empezó con lo típico, con bichos y esas cosas. Pero fue a más. Quería hasta matarse a sí misma. Me preocupé muchísimo y la llevé a un experto, y me dijo que padecía una grave enfermedad mental de esquizofrenia. Me dijo que la alejara de mí, pero yo por nada del mundo la iba a separar de su familia. La dejé en casa. Pero un día, oí un ruido extraño. Me levanté, preocupado, y entonces vi que estaba a punto de matarte. Con un cuchillo. Pero la paré. Y comprendí que acabaría matando a todos. Y no podría soportar tu pérdida ni la de nadie más en la familia. Es más, no podía consentirlo. E hice lo que tuve que hacer. La metí en un manicomio, en uno que hay en Francia, en Toulouse, lejos de nosotros, para intentar que le quitasen esa enfermad tan horrible. Estaba roto por dentro. La llevé con tres años para erradicarle cuanto antes esa enfermedad tan horrible que había convertido a mi hija en una asesina. Y prometí que nunca te contaría esto. Que te mantendría lo más alejada posible, para que no sufrieras. Te aparté de todo esto unos cuantos años, para que no recordases nada….- hizo una pausa. Le estaba costando mucho contarlo. Sus ojos se veían vidriosos- Pero Lena… quiero que comprendas por qué te aparté de eso. No quería que nadie se enterase. Es una de las cosas que más me han costado en mi vida. Y bueno, es eso… ya está.
Y terminó. Y todo el mundo que ella había estructurado en su mente se vino abajo.
 Lena estaba perpleja. No se esperaba eso para nada. Era como si hubiese estado encerrada en una burbuja durante mucho, muchísimo tiempo, y súbitamente le sacasen a patadas de ese refugio que llevaba cobijada mucho tiempo para salir al frío invierno que era la realidad.
-Papá… ¿Y cuándo esperabas para contármelo?
-Pensaba decírtelo cuando madurases más.
-¡Papá! Tengo 15 años. Creo que eso ya no es precisamente ser una niña. Y no creo que para decir a tu hija que tiene una hermana se necesite ser muy madura.
-Yo no estoy diciendo madurar en cuanto a años. La mentalidad que tienes es de una niña completamente.
Ella intentó moderarse para no gritar a su padre.
-Papá…No me has contado que tengo una hermana gemela, eso sí que es inmaduro. Ahora va a resultar que el inmaduro eres tú.
-¿Crees que yo quise meter a mi hija en un manicomio?- su padre se levantó y elevó el tono exageradamente. Se le hinchó hasta la vena de su cuello- ¿Crees que me resultó fácil? Si fueses un poco más madura podrías ponerte en la piel de los demás y no ser tan niña siempre. A veces me avergüenzo de ti, hija- dijo con fría cólera.
Lena no se esperaba esa respuesta. Miró un segundo a su padre, y dolida, muy dolida, y como si fuese una niña pequeña, subió a su habitación y se cerró con pestillo. Se tiró a la cama y agarró la almohada como si de algo le sirviese y rompió a llorar. Bajaron lágrimas llenas de rabia, incertidumbre, tristeza. Pero no gritaba de rabia, la que tenía contenida dentro por alguna razón ahí se quedó, dentro de ella. Permaneció en esa posición, agarrada a su almohada, pensando en cómo su vida había cambiado en cuestión de minutos. Pero ella lo que quería era ir a buscar a su hermana gemela. Se oyeron pasos. Como fuese su padre…No iba a soportar el no gritarle. Pero en vez de él, era su prima Amber. Ella la observó con una expresión de saberlo todo ya. Lena se abrazó a ella, y sin decir nada, apoyó su cabeza en el hombro de su prima. Y las lágrimas volvieron a salir. Estuvieron un buen rato, ahí solas y juntas, sin apartarse ninguna de la otra. Lena se sintió arropada, comprendida. Amber era una de las únicas personas con las que realmente se podía conversar. Por fin, ella retiró la rubia cabeza del hombro de Amber y vio que había dejado su suave jersey de color crema manchado de lágrimas.
-No hace falta ni que pidas perdón- le cortó ella. Con expresión preocupada, le puso una mano en su hombro.  Me lo ha contado ahora tu padre. ¿Qué tal estás?
-Mal. Estoy enfadada con mi padre. Por apartarme de mi hermana. Por meterla en un manicomio y a mí que no me diga nada. Y cosas así. La verdad, no sé cómo debería estar. No sé si el tener una hermana la cual ignoraba su existencia es bueno o malo.
-No podía hacer otra cosa, Lena. Tu padre te apartó para no hacerte daño.
-Ya, pero, ¡seguro que había otra forma de quitarle esa enfermedad mental! Siempre hay otras alternativas. Debería haberla mandado temporalmente a un psicólogo o algo…. Pero apartarme, dejarme de lado y encima creer que eso es lo mejor para todos es muy egoísta. En bueno para él, pero no para los demás.
-Te comprendo, Lena- dijo Amber- lo mejor que puedes hacer ahora es descansar. Mis padres y Peter ya se han ido y me quedo yo contigo, ¿Vale? Te hago compañía.
-Gracias, Amber- dijo Lena- Te necesito para contarte todo. Y aparte… Amber, no quiero que suene disparatado, pero quiero ir a buscar a mi hermana gemela mañana por la mañana pronto. Sé dónde está ese manicomio. Voy a buscarla y a encontrarme con ella. Ya sé que es muchísimo más fácil decirlo que hacerlo, pero te puedo asegurar que soy demasiado perseverante para perderme esta oportunidad de conocerme a mí misma.
Amber se la quedó mirando unos segundos, pensativa.
-Vale- asintió- Si quieres, voy contigo.
-Claro que quiero que vengas. Cógete un poco de mi ropa para el viaje de mañana.
Amber cogió una mochila para meter toda la ropa y comida, y sobre todo, dinero para poder viajar en condiciones.
-¿A qué hora nos levantamos mañana?- preguntó Amber con el pijama ya puesto.
-A las seis de la mañana. Mi padre no tiene que trabajar por lo que se despertará a las doce más o menos. O al menos a esa hora se levanta.
Se dieron las buenas noches y cada prima se fue a dormir a sus respectivas camas.
Lena tenía la mente inquieta esa noche. Demasiada información que procesar. ¿Cómo se llamaría su hermana gemela? Ni siquiera su padre se había dignado a decirle el nombre de su hermana.
-Amber- susurró Lena- ¿sabes tú acaso cómo se llama mi gemela?
-¿No te lo ha dicho tu padre?- dijo sorprendida.
Lena se quedó pensando decepcionada.
-No. Mi padre es así- repuso.
-Pues…. Se llamaba Angela.
-Angela… Angela, Angela. La verdad, me gusta ese nombre. Me pregunto cómo será. Aunque sea una asesina, quiero hablar con ella a ver si se acuerda de algo.
-No lo sé si se acordará de mucho… Pero bueno, Lena, es mejor que no le des tantas vueltas al asunto. Mañana ya hablamos. Es tarde.
Lena se acurrucó en un extremo de su cama con una sensación de incertidumbre por lo que se vaya a encontrar en el manicomio. Decidió no pensar demasiado en ello. Con los párpados cayéndose como losas empujadas por el sueño, se durmió entre sueños agitados y poco sosegados.

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