Lena no
asimilaba todavía esa foto.
-Papá… ¿Quién es esta
niña?- Lena le pasó el álbum a su padre con los ojos todavía fijos en aquella
fotografía. Su padre lo miró. Se quedó blanco como la tiza. Miró a Lena paralizado.
-¡Papá!- exclamó Lena-
Respóndeme, por favor. ¿Quién es esta niña?
Su padre, sin mediar
palabra, le cogió del brazo y la metió en casa. Miró de derecha a izquierda y
cerró la puerta de la casa con pestillo. Lena, asustada, y, sobre todo, confusa
se sentó esperando a que su padre dijese algo. Su padre se sentó enfrente suya
con las manos temblorosas.
-Escúchame y no me
interrumpas, por favor.
Lena le hizo caso, y
preocupada, se prometió a sí misma que no le iba a preguntar nada hasta el
final.
-Lena…-su padre tragó
saliva- Esa chica… Habrás visto que es muy parecida a ti, ¿verdad? Pues esa
chica es tu hermana gemela, sí. Esa foto que has visto es totalmente real. Tu
madre y yo no sabíamos que íbamos a tener gemelos. Pensábamos que sólo te
íbamos a tener a un sólo hijo. Entonces llegó el día en el que nacisteis
vosotras dos. Tu madre murió desangrada. Fue demasiado para ella y tampoco en
el parto estaban cualificados con los suficientes medios para hacerle
sobrevivir. Entonces me quedé yo solo con vosotras dos. Más desamparado que
nadie me quedé. Me tuve que hacer cargo de vosotras dos sobrellevando la muerte
de tu madre como elemento adicional. Fuisteis creciendo, éramos felices, pero
tu hermana, siempre mostró unas ganas increíbles de matar. De asesinar. Al
principio era leve, empezó con lo típico, con bichos y esas cosas. Pero fue a
más. Quería hasta matarse a sí misma. Me preocupé muchísimo y la llevé a un
experto, y me dijo que padecía una grave enfermedad mental de esquizofrenia. Me
dijo que la alejara de mí, pero yo por nada del mundo la iba a separar de su
familia. La dejé en casa. Pero un día, oí un ruido extraño. Me levanté,
preocupado, y entonces vi que estaba a punto de matarte. Con un cuchillo. Pero
la paré. Y comprendí que acabaría matando a todos. Y no podría soportar tu
pérdida ni la de nadie más en la familia. Es más, no podía consentirlo. E hice lo
que tuve que hacer. La metí en un manicomio, en uno que hay en Francia, en Toulouse,
lejos de nosotros, para intentar que le quitasen esa enfermad tan horrible.
Estaba roto por dentro. La llevé con tres años para erradicarle cuanto antes
esa enfermedad tan horrible que había convertido a mi hija en una asesina. Y
prometí que nunca te contaría esto. Que te mantendría lo más alejada posible,
para que no sufrieras. Te aparté de todo esto unos cuantos años, para que no
recordases nada….- hizo una pausa. Le estaba costando mucho contarlo. Sus ojos
se veían vidriosos- Pero Lena… quiero que comprendas por qué te aparté de eso.
No quería que nadie se enterase. Es una de las cosas que más me han costado en
mi vida. Y bueno, es eso… ya está.
Y terminó. Y todo el mundo
que ella había estructurado en su mente se vino abajo.
Lena estaba perpleja. No se esperaba eso para
nada. Era como si hubiese estado encerrada en una burbuja durante mucho,
muchísimo tiempo, y súbitamente le sacasen a patadas de ese refugio que llevaba
cobijada mucho tiempo para salir al frío invierno que era la realidad.
-Papá… ¿Y cuándo esperabas
para contármelo?
-Pensaba decírtelo cuando
madurases más.
-¡Papá! Tengo 15 años. Creo
que eso ya no es precisamente ser una niña. Y no creo que para decir a tu hija
que tiene una hermana se necesite ser muy madura.
-Yo no estoy diciendo
madurar en cuanto a años. La mentalidad que tienes es de una niña
completamente.
Ella intentó moderarse para
no gritar a su padre.
-Papá…No me has contado que
tengo una hermana gemela, eso sí que es inmaduro. Ahora va a resultar que el
inmaduro eres tú.
-¿Crees que yo quise meter
a mi hija en un manicomio?- su padre se levantó y elevó el tono exageradamente.
Se le hinchó hasta la vena de su cuello- ¿Crees que me resultó fácil? Si fueses
un poco más madura podrías ponerte en la piel de los demás y no ser tan niña
siempre. A veces me avergüenzo de ti, hija- dijo con fría cólera.
Lena no se esperaba esa
respuesta. Miró un segundo a su padre, y dolida, muy dolida, y como si fuese
una niña pequeña, subió a su habitación y se cerró con pestillo. Se tiró a la
cama y agarró la almohada como si de algo le sirviese y rompió a llorar.
Bajaron lágrimas llenas de rabia, incertidumbre, tristeza. Pero no gritaba de
rabia, la que tenía contenida dentro por alguna razón ahí se quedó, dentro de
ella. Permaneció en esa posición, agarrada a su almohada, pensando en cómo su
vida había cambiado en cuestión de minutos. Pero ella lo que quería era ir a
buscar a su hermana gemela. Se oyeron pasos. Como fuese su padre…No iba a
soportar el no gritarle. Pero en vez de él, era su prima Amber. Ella la observó
con una expresión de saberlo todo ya. Lena se abrazó a ella, y sin decir nada,
apoyó su cabeza en el hombro de su prima. Y las lágrimas volvieron a salir.
Estuvieron un buen rato, ahí solas y juntas, sin apartarse ninguna de la otra.
Lena se sintió arropada, comprendida. Amber era una de las únicas personas con
las que realmente se podía conversar. Por fin, ella retiró la rubia cabeza del
hombro de Amber y vio que había dejado su suave jersey de color crema manchado
de lágrimas.
-No hace falta ni que pidas
perdón- le cortó ella. Con expresión preocupada, le puso una mano en su hombro. Me lo ha contado ahora tu padre. ¿Qué
tal estás?
-Mal. Estoy enfadada con mi padre. Por apartarme de
mi hermana. Por meterla en un manicomio y a mí que no me diga nada. Y cosas
así. La
verdad, no sé cómo debería estar. No sé si el tener una hermana la cual
ignoraba su existencia es bueno o malo.
-No podía hacer otra cosa, Lena. Tu padre te apartó
para no hacerte daño.
-Ya, pero, ¡seguro que había otra forma de quitarle
esa enfermedad mental! Siempre hay otras alternativas. Debería haberla mandado
temporalmente a un psicólogo o algo…. Pero apartarme, dejarme de lado y encima
creer que eso es lo mejor para todos es muy egoísta. En bueno para él, pero no
para los demás.
-Te comprendo, Lena- dijo Amber- lo mejor que puedes
hacer ahora es descansar. Mis padres y Peter ya se han ido y me quedo yo
contigo, ¿Vale? Te hago compañía.
-Gracias, Amber- dijo Lena- Te necesito para contarte
todo. Y aparte… Amber, no quiero que suene disparatado, pero quiero ir a buscar
a mi hermana gemela mañana por la mañana pronto. Sé dónde está ese manicomio.
Voy a buscarla y a encontrarme con ella. Ya sé que es muchísimo más fácil
decirlo que hacerlo, pero te puedo asegurar que soy demasiado perseverante para perderme esta oportunidad de conocerme a mí misma.
Amber se la quedó mirando unos segundos, pensativa.
-Vale- asintió- Si quieres, voy contigo.
-Claro que quiero que vengas. Cógete un poco de mi
ropa para el viaje de mañana.
Amber cogió una mochila para meter toda la ropa y
comida, y sobre todo, dinero para poder viajar en condiciones.
-¿A qué hora nos levantamos mañana?- preguntó Amber
con el pijama ya puesto.
-A las seis de la mañana. Mi padre no tiene que
trabajar por lo que se despertará a las doce más o menos. O al menos a esa hora se levanta.
Se dieron las buenas noches y cada prima se fue a dormir a sus respectivas camas.
Lena tenía la mente inquieta esa noche. Demasiada información que procesar. ¿Cómo se llamaría su hermana
gemela? Ni siquiera su padre se había dignado a decirle el nombre de su hermana.
-Amber- susurró Lena-
¿sabes tú acaso cómo se llama mi gemela?
-¿No te lo ha dicho tu
padre?- dijo sorprendida.
Lena se quedó pensando decepcionada.
-No. Mi padre es así- repuso.
-Pues…. Se llamaba Angela.
-Angela… Angela, Angela. La verdad, me
gusta ese nombre. Me pregunto cómo será. Aunque sea una asesina, quiero hablar
con ella a ver si se acuerda de algo.
-No lo sé si se acordará de
mucho… Pero bueno, Lena, es mejor que no le des tantas vueltas al asunto.
Mañana ya hablamos. Es tarde.
Lena se acurrucó en un
extremo de su cama con una sensación de incertidumbre por lo que se vaya a
encontrar en el manicomio. Decidió no pensar demasiado
en ello. Con los párpados cayéndose como losas empujadas por el sueño, se durmió entre sueños agitados y poco sosegados.
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