domingo, 27 de abril de 2014

El mundo escondido tras tus ojos.

Hay tanto que quieres esconder, tanto que enterrar en el fondo de ti para que nadie lo vea, para que nadie descubra ese tú que le tratas de ser monstruoso, feo, desagradable y condenado a vivir a oscuras para siempre encerrado en la prisión donde será tratado como lo que se le ha llamado desde siempre.
Pero te has olvidado de uno de los portones más grandes y vistosos por los que escapan a borbotones todos esos monstruos, ansiosos por mostrarse por primera vez a la luz ante los ojos de los patidifusos rostros que los contemplan.
La mirada. Qué decir de la mirada. Para ello mejor recurrir del refrán popular: "La mirada es el espejo del alma". Ahí está la clave. La mirada es un reflejo de tu alma, un periódico que muestra lo que pasa día a día en ese mundo que sólo conoces tú. Aunque quieras encerrar algo dentro de ti, siempre algo se filtrará por la mirada. La mirada es la muestra más viva de todo nuestro ser exterior, la que actúa de puente de "lo de fuera" y lo "de dentro". Cuando mencionan algo sobre lo que estás intentando ocultar, automáticamente, como si de una botella a presión siendo descorchada se tratase, todo lo que se halla en el interior provoca tal presión que, por mucho que tú intentes ocultar lo que estés pensando, acaba saliendo rápidamente y estalla, haciendo una explosión de duda e inseguridad manifestada en tu mirada. 
Y ya está. Todo los esfuerzos fueron en vano. 
Así que, si ya está la mirada para mostrar quiénes somos, ¿Por qué avergonzarnos y de nosotros mismos y no mostrar una parte oculta si nuestra mirada lo va a acabar delatando?

jueves, 3 de abril de 2014

Problemas- Solución.

Sus párpados caían como losas. Las pestañas pesaban, húmedas. Le hacían encapsularse en un mundo oscuro, silencioso, triste. En la penumbra se podía ver una figura. Unas letras, parecían. O quizás unos números. No lo tenía muy claro. Era una figura increíble. Partículas humeantes bailando pausadamente.
Estuvo mirándolo con confusión. Atisbó después de un tiempo la palabra "Problemas"
Problemas.
Se acercó, intentando tocar con su propios dedos aquella figura que le parecía tan hermosa. Pero cuando se acercó a ella, las partículas comenzaron a ir contra ella, le zarandearon, y le tiraron al suelo. No sabía cómo algo tan delicado podía hacerle tanto daño. Esas partículas describían una serie de trayectorias de tal forma que impactaban sobre su cuerpo dolorido.
Tenía que abrir los ojos... Pero estaban tan cerrados, los párpados pesaban tanto...
Necesitaba ver la luz. Abrir los ojos.
Hizo un esfuerzo sobrehumano, dejó de pensar en esas motas punzantes y por fin abrió los ojos.
Las partículas se juntaron en una enorme esfera flotante de color verde esmeralda. Súbitamente, toda la oscuridad en la que todo estaba sumido desapareció, la luz inundó toda la estancia.
Era una amplia sala, de estilo rococó, pintada casi entera de un blanco brillante. De donde provenía la luz era de una amplia balaustrada que daba a un paisaje soleado y verde.
Fue a la balaustrada y se quedó mirando, apoyándose en la barandilla el bello paisaje. La esfera de partículas ahora era de un violeta intenso, y se deshizo, y se pusieron alrededor de ella, acariciando su piel y su pelo. Extendió los brazos y cerró los ojos. Dejó que las partículas sanasen su cuerpo dolorido, recorriendo centímetro a centímetro sus brazos.
Por fin se sentía curada.

Cuando despiertes V



Richard, el padre de Lena cogió el primer avión a Toulouse. Sabía que con lo cabezota que era su hija habría cogido un avión y habría ido al manicomio a buscar a su hermana. Estaba más que seguro. Y aparte, después de la discusión que tuvieron, no podía dejarla marchar de esa forma.
¿Y qué le diría a Angela cuando la viese?
¿Le recordaría? ¿Le miraría con repugnancia?
Suspiró y cogió  sus maletas para llegar lo antes posible a enmendar sus errores de una vez por todas.

-¿Tú crees que se parará alguien aquí?
-No lo sé.- Amber y Lena estaban sentadas a un lado de la calzada esperando a que algún conductor llegase, y, con suerte, les dejase pasar.
Lena se tumbó. No podía dejar de pensar en su gemela. Se la imaginaba muy sádica, matando a todo el mundo que tenía alrededor suya. Quizás al verla a ella se le pasasen todas las ganas de asesinar sin piedad. O quizás se quedase sorprendida por ver a una doble. O quizás...
Se oyó el  claxon de un coche. Las dos chicas se incorporaron rápidamente, e hicieron el gesto del auto-stop El automóvil paró. La conductora era una señora mayor que tenía la cara arrugada por el paso de los años. Tenía una car
-¿A dónde queréis ir? Tengo mucha prisa, me voy en ferry a Francia. ¿Vais allí?
Las chicas se miraron sonrientes.
-¿Le importa que le acompañemos en su viaje?
-No, claro que no. Pero venga, que vamos a llegar tarde.
Las chicas se metieron en el coche, las dos en la parte de atrás, porque el asiento del copiloto estaba ocupado por un enorme labrador con cara amistosa.
-Lo siento, chicas. A Harold le gusta más el asiento de delante. Si lo pongo atrás se revoluciona.
Harold era un  perro grande y blanco. Llevaba un collar rojo en su cuello en el que colgaba una placa dorada con su nombre en letras mayúsculas y elegantes grabadas en ella.
 -No pasa nada, señora. Si Harold está bien y no se enfada, por ahora todo irá bien.
-Por cierto, ¿Cómo os llamáis?
-Yo soy Lena y ésta es mi prima Amber. ¿Y usted?
-Yo soy Mary Adelaida Christine Cook, pero llamadme Adelaida.
-No se preocupe, lo haremos.
 El viaje fue muy largo. Adelaida puso cintas de ópera y jazz todo el rato. Por fin cogieron el ferry, y después alquilaron un coche, y por fin, después de varias horas llegaron a Toulouse. Pero en la rotonda de entrada a la ciudad ponía un cartel que decía: “Bienvenidos a Lyon”
-Adelaida-dijo Lena- ¿Usted no iba a Toulouse?
-¿Toulouse? La verdad es que no, pero estaría bien ir.
-Pare el coche, Adelaida. Nos hemos equivocado de destino-dijo Amber.
-Bueno, ya que estáis en mi ciudad, lo mínimo que puedo hacer es invitaros a que os quedéis a dormir en mi casa y ya mañana os cogéis un tren a Toulouse pronto y ya está. ¿Qué os parece?
-Vale- Amber, con expresión decepcionada, miró hacia la ventana. La carretera progresivamente se fue convirtiendo en un terreno lleno de piedras y baches. Adelaida aparcó al lado de una casa grande y espaciosa Entre el enorme jardín, adornado con margaritas y verde hierba, salía un pequeño sendero adoquinado con baldosas de color crema que conducía al porche espacioso que daba entrada a la casa.
-Bienvenidos a mi casa.
Harold salió enloquecido del coche. Se esperó moviendo la cola rápidamente y esperando pegado a la puerta principal para corretear por el jardín. En cuanto su dueña abrió la puerta principal, se puso a correr sin rumbo definido por todo el jardín. Lena sonrió. Aquella casa le inspiraba cierta confianza.

-Kevin, estamos ya en Lyon, ¿No?- preguntó Luke
-Sí, mi abuela vive cerca de aquí. Nos quedaremos a dormir en su casa y mañana seguiremos.
Un buen rato después de conducir por las calles de Lyon y siguiendo por un pedrego, encontraron la casa. Llamaron al timbre y abrió una chica rubia de ojos verdes muy claros. Tenía cara confusa. Luke la miró perplejo. Era igual que Angela, solamente que ella tenía los ojos más grandes y más claros. Llevaba su pelo recogido en una trenza que le caía por el hombro izquierdo.
-¿Puedo ayudaros en algo?- preguntó. Tenía una voz dulce y gentil.
-Yo soy Kevin, y éste es Luke. Es la casa de mi abuela.
-Pasad, pasad- la chica les dejó pasar.
-Buenas noches, mi querido nieto. ¿Qué les trae a mi humilde morada?
Kevin se lo explicó todo con un tono amable y comprensivo.  La señora sonrió de oreja a oreja.
-¡Claro que sí! Pasad.
Entraron. En la cocina había otra chica que iba cargada con una bandeja llena de tazas con café y pastas. Miró a los chicos sorprendida. Fue al salón a dejar la bandeja. Los chicos la siguieron, y sentada en un sofá jugando con un perro, estaba la chica que les había abierto la puerta. Se levantó a saludarlos.
-Hola, yo soy Lena.
-Igualmente. Yo soy Kevin y éste es Luke.
La chica de la bandeja se acercó.
-Yo soy Amber-dijo la otra chica- ¿Queréis pastas?
-Sí, gracias- dijo Luke.
 Los dos chicos se sentaron en unas sillas próximas a la mesa y cogieron unas pastas.
-Lo siento, caballeros. Nos contaba con ustedes y no he hecho café suficiente. Esperad que haga un poco más- dijo Adelaida levantándose.
-Oh, no se preocupe. No hace falta que haga más…-pero Adelaida ya se iba a la cocina a preparar más café. Kevin y Luke miraron perplejos cómo sacaba la cafetera para hacer más café.
-¿Qué hacéis aquí, chicas?- preguntó Kevin.
-Vamos a Toulouse. Quiero encontrarme con mi hermana gemela.
-¿Angela?-dijo Luke- Esa es tu hermana gemela, ¿no?
Lena lo miró sorprendida.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque la conozco. Y es idéntica a ti- Lena lo miró con una cara entre sorprendida y confusa.
-¿Tú… tú también vas al manicomio ese?
-No, ya no es un manicomio. Ahora es una hermandad para matar al que era injusto. Todo esto lo creó mi abuelo. Y mi padre opinaba que hasta el injusto merece la vida, iba a demoler ese manicomio.
-¿Y tú.. tú matas?
-No del todo- se rascó la cabeza- nosotros castigamos con veneno. Depende de la injusticia, le damos un veneno más o menos potente. Lo más normal es uno que sea flojo.
Lena se quedó sorprendida mirando a Luke.
-Tu hermana es una de los mejores soldados de toda la hermandad. Le encargaron una misión muy difícil que era matar con veneno de viuda negra a un vidente que lleva intentando destruir la hermanad desde que se creó. Y no ha vuelto desde entonces.
-Puede… ¿Puede haber muerto?
-No creo. Angela es muy fuerte. No creo que el vidente la haya matado.
-¿Podemos ir con vosotros?
-Vale, no creo que suponga ningún problema.
Amber miró a Lena durante unos segundos y no hicieron falta ni palabras.
-Sí, iremos con vosotros. Gracias.
-No es nada-dijo Kevin sonriendo.
Adelaida apareció con dos razas de café humeantes en otra bandeja y la dejó en la mesa. Ella se sentó mientras Harold se acurrucaba al lado de la chimenea e intentaba dormirse. Adelaida les preguntó si querían cenar, y todos asintieron energéticamente. Cenaron, se dieron las buenas noches a cada uno y se fueron a dormir. 
Al día siguiente, se despertó porque una mano en su hombro derecho le sacudía con suavidad el brazo derecho. Lena abrió levemente los ojos, y se sonrojó.
-¿Luke? ¿Qué… qué pasa?
-Venga levántate. Necesitamos salir lo más pronto posible- Lena se lo quedó mirando unos segundos. Sus ojos refulgían en la penumbra de la habitación. Se fue y Amber entró.
-Venga, Lena. Tenemos que irnos-.tenía una sonrisa en la cara.
-¿Por qué sonríes?- dijo Lena curiosa.
Amber la miró.
-Porque puedo. Porque tengo ganas de aventura, simplemente- se estiró- Llevaba mucho tiempo encerrada.
-Interesante- se levantó- ¿Sales o te quedas a ver cómo me cambio?
-No miro- se sentó en la cama y se puso a mirar a la pared. Lena, rápidamente se vistió. Se despidieron de Adelaida, y muy rápido se fueron al coche para empezar el viaje. Kevin arrancó el coche. Lena miró por la ventana.Hoy hacía mal día.  Iba ser un viaje muy largo. Pero acabaría mereciendo la pena.
Miró a su prima y sonrió y se puso a mirar por la ventana al ver cómo los juncos se mecían al son del viento por su ventanilla.