domingo, 27 de abril de 2014

El mundo escondido tras tus ojos.

Hay tanto que quieres esconder, tanto que enterrar en el fondo de ti para que nadie lo vea, para que nadie descubra ese tú que le tratas de ser monstruoso, feo, desagradable y condenado a vivir a oscuras para siempre encerrado en la prisión donde será tratado como lo que se le ha llamado desde siempre.
Pero te has olvidado de uno de los portones más grandes y vistosos por los que escapan a borbotones todos esos monstruos, ansiosos por mostrarse por primera vez a la luz ante los ojos de los patidifusos rostros que los contemplan.
La mirada. Qué decir de la mirada. Para ello mejor recurrir del refrán popular: "La mirada es el espejo del alma". Ahí está la clave. La mirada es un reflejo de tu alma, un periódico que muestra lo que pasa día a día en ese mundo que sólo conoces tú. Aunque quieras encerrar algo dentro de ti, siempre algo se filtrará por la mirada. La mirada es la muestra más viva de todo nuestro ser exterior, la que actúa de puente de "lo de fuera" y lo "de dentro". Cuando mencionan algo sobre lo que estás intentando ocultar, automáticamente, como si de una botella a presión siendo descorchada se tratase, todo lo que se halla en el interior provoca tal presión que, por mucho que tú intentes ocultar lo que estés pensando, acaba saliendo rápidamente y estalla, haciendo una explosión de duda e inseguridad manifestada en tu mirada. 
Y ya está. Todo los esfuerzos fueron en vano. 
Así que, si ya está la mirada para mostrar quiénes somos, ¿Por qué avergonzarnos y de nosotros mismos y no mostrar una parte oculta si nuestra mirada lo va a acabar delatando?

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