martes, 3 de junio de 2014

Realidad sumida en lo irreal

Estaba caminando por la orilla de la playa, las olas se arremolinaban como chorros de plata resplandeciente. Acerqué mis pies descalzos a la zona del suelo donde acababan las olas. Fue una leve caricia, que al cerrar los ojos me hacía evadirme y sentirme bien. A veces pienso que debí haber nacido sirena, o con branquias.
Esbocé una sonrisa, riéndome  de mí misma. Qué tonta podía llegar a ser.
Con todas estas ideas rondándome la cabeza, me alejé de la costa, y con un gesto desenrollé la esterilla. Me tumbé, los pies se salieron de ella. Me puse de lado, y me recogí a mi misma.
Los párpados, pesados como losas, cayeron con fuerza, y el murmullo de el romper del agua me acompañaron.

Cerré el libro. Miré confusa a la portada. Qué curioso. Pensaba durante un momento haber sido esa chica, al lado la línea de costa, con las aguas ondeando en frente suya. Pero no. Seguía en el porche de casa, en la mecedora de madera de la abuela, con el libro en la mano.
Hubo un momento en el que todo pareció diluirse ante mis ojos. Me sentía etérea,  con todo dándome vueltas en la cabeza.

¿Qué era realidad y qué era sólo lectura?

1 comentario:

  1. ¡Qué maravilla poder sentir tántas cosas leyendo un libro!. Creo que la imaginación nos hace sentir cosas que también son reales.

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