miércoles, 1 de junio de 2016

Conciencia

Nuestra especie se encuentra asentada en una de las miles esferas que se encuentran en nuestro universo, poblada de una gran inmensidad de seres vivos.
Lo que nos dota de esa pincelada de vida es la capacidad de encoger corazones, gritar de dolor, que nuestro ser se paralice, que sintamos la necesidad imperiosa de huir de nuestro espacio vital y añadir experiencias nuevas a nuestra alma vacía, y sobre todo, el establecer relaciones entre los seres que nos rodean. Estas relaciones están basadas en el respeto, en el amor, en algo tan básico como encender una llama  y comprometernos a protegerla y a no dañarla y que ningún alma maliciosa se atreva a apagarla.
Muchas veces desaparece dentro de las ideas que frecuentan nuestra mente que no habitamos solos. Igual que nuestro interior, el exterior debe estar equilibrado, si no la cordura desaparecerá.
Todo esto es muy bonito de decir, ¿no? Suena bien.
En la zona en la que habito sigue vigente e incluso amparada por la ley una tradición que debería helar la sangre de todo ser que lo presencia, pero que, por contrapartida, alegra, provoca sentimientos de diversión y malicioso entretenimiento.
A lo largo de mi vida ha habido muchos incidentes que han sido objeto de mi curiosidad, algunos los he logrado comprender, otros los he aplazado para entenderlos cuando mi mente envejezca y haya vivido más; sin embargo, siempre hay uno que se ha quedado incrustado y se resiste a cualquier punto de vista que lo arranque de la zona en la que siempre ha estado: en la incredulidad completa.
No hay nada que no te hayan hecho ya. Fuego, lanzas, palas, cuerdas... Ya se han inventado todas las formas para provocar tu muerte, todas cada cual más dolorosa en las que sales evidentemente perjudicado.  Lo has soportado todo ya. Podría decirse que eres un vertedero en el que guardamos y descargamos los desechos que ya nos pesan demasiado. La transferencia de problemas para eximirse de ellos es algo muy gratificante en el alma siempre. Miedos y ansiedades que constituyen una mezcla mal amasada que se traduce en violencia, hacia ti, por supuesto. Debe ser que la conciencia es una cualidad exclusiva de ciertos humanos.
Se me encoje el alma al observar estos animales en la vida libre. Grandes y voluminosos, son imponentes a la par que mansos. Su mirada es algo increíble. Transmiten serenidad, belleza, inocencia. Nobles, son ajenos a lo que les va a ocurrir  más tarde.
Es curioso los berenjenales en los que nos metemos los humanos. Siempre nos las arreglamos para estropear todos los ingeniosos mecanismos que la naturaleza ha dispuesto con amabilidad. De hecho, es mi propia especie la que participa en la "matanza digna" de este animal.
Porque, el hecho de morir lentamente delante de un coro que vitorea a favor de tu muerte ejecutada por un verdugo disfrazado de luces confusas mientras se burlan de tu existencia rezuma dignidad. He de decir que incluso hay caballos, primos hermanos tuyos, que son cómplices sin ellos quererlo de tu muerte, ya que les tapan los ojos para que no se percaten de la atrocidad que están haciendo.
Cada día que pasa intento entender el por qué de toda esta locura, quizá la razón que más entiendo es la cantidad de ingresos que acumula, ya que desgraciadamente, personas de otros países asocian esta estúpida tradición con nuestro país. Es curioso a la par que terrorífico analizar el hecho de que hay millones de humanos, con mis mismas cualidades psicológicas, con la misma estructura cerebral que apoyan este hecho, y además, disfrutan con ello. Muchos rebatirán estos argumentos con la insostenible idea de que es una afición, como a quien le gusta el fútbol. En el fútbol que yo tenga constancia a los jugadores no se les tortura hasta la muerte. Pero bueno, tengo que admitir que no me considero seguidora de este deporte así que será eso. A lo mejor es que nos estamos equivocando al definir el concepto de "humanidad", del latín humanitas,  que se define como la benignidad, mansedumbre y afabilidad. ¿Afabilidad consiste en matar y disfrutar de ello? Me parece que os equivocáis, lingüistas.
Si tuviera la oportunidad de hacer algo, de parar esta locura, lo haría. Y lo estamos haciendo. Por suerte, hay personas (entre las que me incluyo) cuyo ser se estremece al oír tales noticias sobre tu humillante e injusta muerte. Cada vez es menor la proporción de personas que carecen de conciencia y están a favor de esta atrocidad. Lentamente, pero lo estamos erradicando.
Ya es cada vez menos un sueño y más una realidad.
(Dibujo tomado de Luiso García)

2 comentarios:

  1. Me encanta cómo has descrito la verdadera cara de la tauromaquia. Si la humanidad tuviera una pizca de aquello que significaba su nombre en latín, nadie tendría la poca vergüenza de ponerse delante de un toro y hacer de su muerte (lenta, sucia y dolorosa) un espectáculo irracional. Así que solo queda luchar para que esas masas, afortunadamente menguantes, se den cuenta de lo aberrante, contradictorio y despreciable que es no sólo esta afición suya tan rastrera, sino también la pésima influencia que ejerce la misma en las futuras generaciones.

    Vive y deja vivir, decían.

    ResponderEliminar