lunes, 19 de septiembre de 2016

Callada

Callada.
Callada, sola pero rodeada de gente. Mis pupilas se mueven, no están fijas. Mis oídos están atentos a  lo que dicen. A todas las conversaciones que hay a mi alrededor. A las miles y millones de palabras y sonidos que intercambian. Algunos están debatiendo. Otros están conversando sobre cosas simples y banales. Preguntan cosas a las que yo sé la respuesta. Algunos argumentos son muy necios, y merece la pena que los rebata. Pero permanezco callada.
 En la perfección del silencio, cuando irrumpen sonidos, permanezco callada. Como un tótem, no despego mis secos labios. Mis cuerdas vocales no vibran. No quiero que vibren. No necesito que vibren.
No quiero hablar. No me apetece pronunciarme para aportar comentarios necios y vacíos. No me siento avergonzada por no hablar. No quiero hablar. No puedo hablar.
No tengo nada que ver con esa gente. No necesito saber sobre ellos. No quiero saber sobre ellos. No necesitan saber sobre mí. No quieren saber sobre mí.
Entonces, ¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué hay una fuerza invisible que aunque no quiera, me persigue y me atosiga? No quiero estar aquí. No quiero. No quiero nada.
Me dejaré llevar a ningún lugar. A lo mejor soy yo. O son ellos. O es que no tengo claro si quiero o si no. ¿Si sí o si no qué? La cabeza me da vueltas. Los sonidos resuenan y rebotan en mi cabeza. Me palpita, causando una dolorosa sensación de mareo. No siento el asiento del autobús. Sólo los oigo a ellos. No puedo prestar atención a nada más. Pero no quiero prestarles atención. No necesito prestarles atención. ¿O sí quiero? Sólo quiero saber lo que quiero. Y lo que necesito.
Necesito algo, pero no sé. Quiero algo, pero tampoco.
Mientras tanto, permanezco callada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario