miércoles, 5 de febrero de 2014

Frío.

(Relato ficticio)

Estás temblando. ¿Por qué no te abrigas un poco? La brisa matinal es muy traicionera y más todavía en esta época.
Pero estás raro.Tus ojos normalmente joviales y amistosos los veo muy apagados, como si alguien le hubiese robado su luz. Ahora los miro y no sé bien qué les pasa, pero me producen cierto miedo. Solían ser dos luceros brillantes, pero ahora parecen casi inhumanos. Al fijarme en ellos una inquietud oscura y disfrazada recorre mi ser, asustándolo. Esos dos pocillos siniestros y oscuros a los que llamas ojos son como un parásito que causa una enfermedad contagiosa, se aloja en mi, inyectándome su áspero veneno, haciéndome sentir mal sin ni siquiera saber el por qué...
Y tus ojeras... Qué decir de tus ojeras. Parecen negros depósitos de lágrimas. Todavía puedo ver unas gotas brillar si me quedo observándolas paulatinamente.

Pero, ¿Y si ese frío que sientes no lo cura ninguna medicina? ¿Y si ese frío está instalado en lo más profundo de ti, y juega contigo inocentemente usando el arma más peligrosa? ¿Qué cuál es el arma más peligrosa? Algo que conocemos todos especialmente bien. Pueden ser muy buenos pero a la vez de lo peor y que definen tu futuro y tu presente. Y cuando son especialmente malos, te hacen sufrir. Te torturan. Por más que tú quieras son imborrables. Son los causantes de ese frío que sientes en el pecho.
 La gente suele llamarlos recuerdos.

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