Richard, el
padre de Lena cogió el primer avión a Toulouse. Sabía que con lo cabezota que
era su hija habría cogido un avión y habría ido al manicomio a buscar a su
hermana. Estaba más que seguro. Y aparte, después de la discusión que tuvieron,
no podía dejarla marchar de esa forma.
¿Y qué le
diría a Angela cuando la viese?
¿Le
recordaría? ¿Le miraría con repugnancia?
Suspiró y
cogió sus maletas para llegar lo antes
posible a enmendar sus errores de una vez por todas.
-¿Tú crees que se parará alguien aquí?
-No lo sé.- Amber y Lena estaban sentadas a un lado
de la calzada esperando a que algún conductor llegase, y, con suerte, les
dejase pasar.
Lena se tumbó. No podía dejar de pensar en su gemela.
Se la imaginaba muy sádica, matando a todo el mundo que tenía alrededor suya.
Quizás al verla a ella se le pasasen todas las ganas de asesinar sin piedad. O quizás se quedase sorprendida por ver a una doble. O quizás...
Se oyó el claxon de un coche.
Las dos chicas se incorporaron rápidamente, e hicieron el gesto del auto-stop
El automóvil paró. La conductora era una señora mayor que tenía la cara
arrugada por el paso de los años. Tenía una car
-¿A dónde queréis ir? Tengo mucha prisa, me voy en
ferry a Francia. ¿Vais allí?
Las chicas se miraron sonrientes.
-¿Le importa que le acompañemos en su viaje?
-No, claro que no. Pero venga, que vamos a llegar
tarde.
Las chicas se metieron en el coche, las dos en la
parte de atrás, porque el asiento del copiloto estaba ocupado por un enorme
labrador con cara amistosa.
-Lo siento, chicas. A Harold le gusta más el asiento de delante. Si lo pongo atrás se
revoluciona.
Harold era un perro grande
y blanco. Llevaba un collar rojo en su cuello en el que colgaba una placa
dorada con su nombre en letras mayúsculas y elegantes grabadas en ella.
-No pasa nada,
señora. Si Harold está bien y no se
enfada, por ahora todo irá bien.
-Por cierto, ¿Cómo os llamáis?
-Yo soy Lena y ésta es mi prima Amber. ¿Y usted?
-Yo soy Mary Adelaida Christine Cook, pero llamadme
Adelaida.
-No se preocupe, lo haremos.
El viaje fue
muy largo. Adelaida puso cintas de ópera y jazz todo el rato. Por fin cogieron
el ferry, y después alquilaron un coche, y por fin, después de varias horas
llegaron a Toulouse. Pero en la rotonda de entrada a la ciudad ponía un cartel
que decía: “Bienvenidos a Lyon”
-Adelaida-dijo Lena- ¿Usted no iba a Toulouse?
-¿Toulouse? La verdad es que no, pero estaría bien
ir.
-Pare el coche, Adelaida. Nos hemos equivocado de
destino-dijo Amber.
-Bueno, ya que estáis en mi ciudad, lo mínimo que
puedo hacer es invitaros a que os quedéis a dormir en mi casa y ya mañana os
cogéis un tren a Toulouse pronto y ya está. ¿Qué os parece?
-Vale- Amber, con expresión decepcionada, miró hacia
la ventana. La carretera progresivamente se fue convirtiendo en un terreno lleno de piedras y baches.
Adelaida aparcó al lado de una casa grande y espaciosa Entre el enorme jardín, adornado con margaritas y verde hierba, salía un pequeño sendero adoquinado con baldosas de color crema que conducía al porche espacioso que daba entrada a la casa.
-Bienvenidos a mi casa.
Harold
salió enloquecido del coche. Se esperó moviendo la cola rápidamente y esperando pegado a la puerta principal
para corretear por el jardín. En cuanto su dueña abrió la puerta principal, se puso a
correr sin rumbo definido por todo el jardín. Lena sonrió. Aquella casa le inspiraba cierta confianza.
-Kevin, estamos ya en Lyon, ¿No?- preguntó Luke
-Sí, mi abuela vive cerca de aquí. Nos quedaremos a
dormir en su casa y mañana seguiremos.
Un buen rato después de conducir por las calles de
Lyon y siguiendo por un pedrego, encontraron la casa. Llamaron al timbre y abrió una chica rubia de ojos
verdes muy claros. Tenía cara confusa. Luke la miró perplejo. Era igual que
Angela, solamente que ella tenía los ojos más grandes y más claros. Llevaba su
pelo recogido en una trenza que le caía por el hombro izquierdo.
-¿Puedo ayudaros en algo?- preguntó. Tenía una voz
dulce y gentil.
-Yo soy Kevin, y éste es Luke. Es la casa de mi
abuela.
-Pasad, pasad- la chica les dejó pasar.
-Buenas noches, mi querido nieto. ¿Qué les trae a mi
humilde morada?
Kevin se lo explicó todo con un tono amable y
comprensivo. La señora sonrió de oreja a
oreja.
-¡Claro que sí! Pasad.
Entraron. En la cocina había otra chica que iba
cargada con una bandeja llena de tazas con café y pastas. Miró a los chicos
sorprendida. Fue al salón a dejar la bandeja. Los chicos la siguieron, y
sentada en un sofá jugando con un perro, estaba la chica que les había abierto
la puerta. Se levantó a saludarlos.
-Hola, yo soy Lena.
-Igualmente. Yo soy Kevin y éste es Luke.
La chica de la bandeja se acercó.
-Yo soy Amber-dijo la otra chica- ¿Queréis pastas?
-Sí, gracias- dijo Luke.
Los dos chicos
se sentaron en unas sillas próximas a la mesa y cogieron unas pastas.
-Lo siento, caballeros. Nos contaba con ustedes y no
he hecho café suficiente. Esperad que haga un poco más- dijo Adelaida
levantándose.
-Oh, no se preocupe. No hace falta que haga más…-pero
Adelaida ya se iba a la cocina a preparar más café. Kevin y Luke miraron
perplejos cómo sacaba la cafetera para hacer más café.
-¿Qué hacéis aquí, chicas?- preguntó Kevin.
-Vamos a Toulouse. Quiero encontrarme con mi hermana
gemela.
-¿Angela?-dijo Luke- Esa es tu hermana gemela, ¿no?
Lena lo miró sorprendida.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque la conozco. Y es idéntica a ti- Lena lo miró
con una cara entre sorprendida y confusa.
-¿Tú… tú también vas al manicomio ese?
-No, ya no es un manicomio. Ahora es una hermandad
para matar al que era injusto. Todo esto lo creó mi abuelo. Y mi padre opinaba que hasta el injusto merece la vida, iba a demoler ese manicomio.
-¿Y tú.. tú matas?
-No del todo- se rascó la cabeza- nosotros castigamos
con veneno. Depende de la injusticia, le damos un veneno más o menos potente.
Lo más normal es uno que sea flojo.
Lena se quedó sorprendida mirando a Luke.
-Tu hermana es una de los mejores soldados de toda la
hermandad. Le encargaron una misión muy difícil que era matar con veneno de
viuda negra a un vidente que lleva intentando destruir la hermanad desde que se
creó. Y no ha vuelto desde entonces.
-Puede… ¿Puede haber muerto?
-No creo. Angela es muy fuerte. No creo que el
vidente la haya matado.
-¿Podemos ir con vosotros?
-Vale, no creo que suponga ningún problema.
Amber miró a Lena durante unos segundos y no hicieron
falta ni palabras.
-Sí, iremos con vosotros. Gracias.
-No es nada-dijo Kevin sonriendo.
Adelaida apareció con dos razas de café humeantes en
otra bandeja y la dejó en la mesa. Ella se sentó mientras Harold se acurrucaba al lado de la chimenea e intentaba dormirse.
Adelaida les preguntó si querían cenar, y todos asintieron energéticamente.
Cenaron, se dieron las buenas noches a cada uno y se fueron a dormir.
Al día siguiente, se despertó porque una mano en su
hombro derecho le sacudía con suavidad el brazo derecho. Lena abrió levemente
los ojos, y se sonrojó.
-¿Luke? ¿Qué… qué pasa?
-Venga levántate. Necesitamos salir lo más pronto
posible- Lena se lo quedó mirando unos segundos. Sus ojos refulgían en la
penumbra de la habitación. Se fue y Amber entró.
-Venga, Lena. Tenemos que irnos-.tenía una sonrisa en
la cara.
-¿Por qué sonríes?- dijo Lena curiosa.
Amber la miró.
-Porque puedo. Porque tengo ganas de aventura,
simplemente- se estiró- Llevaba mucho tiempo encerrada.
-Interesante- se levantó- ¿Sales o te quedas a ver
cómo me cambio?
-No miro- se sentó en la cama y se puso a mirar a la
pared. Lena, rápidamente se vistió. Se despidieron de Adelaida, y muy rápido se
fueron al coche para empezar el viaje. Kevin arrancó el coche. Lena miró por la
ventana.Hoy hacía mal día. Iba ser un viaje muy largo. Pero acabaría mereciendo la pena.
Miró a su prima y sonrió y se puso a mirar por la ventana al ver cómo los juncos se mecían al son del viento por su ventanilla.