sábado, 11 de enero de 2014

El niño de sonrisa rota

En uno de los miles de viajes que hice a lo largo de mi vida, paré a descansar unos días en el pueblo de mi infancia. Estaba igual que antes. Conversé con todos los locales que encontré y pregunté si había algo relevante dentro del pueblo. Todos me hablaron del niño de la sonrisa rota. El niño de la sonrisa rota es objeto de todas las risas del pueblo. Nunca sonríe. Los demás niños no juegan con él, le consideran un bicho raro por no sonreír y pasarlo bien como los demás. Hoy es su cumpleaños y cumple 11 años. Fui a verle a su casa para felicitarle. Me abrió una mujer de cara arrugada pero con una sonrisa amable y acogedora. El  niño no estaba ahora en casa, pronto volvería, pero aun así me invitó a pasar a tomar té y pastas.
Me estuvo contando que el niño de la sonrisa rota realmente se llamaba Tom. Le pregunté por qué nunca sonreía, y la expresión de la mujer se le cambió de repente. 
Me dijo que bajo su lóbrega y demacrada faz se escondían unos secretos y una vida más oscuros todavía que le corrompían el alma y la sonrisa.
Me comentó con gracia y a la vez nostalgia que antes era el niño más feliz del pueblo. Pero hace dos años, el país se vio azotado por la más devastadora de las guerras. Los soldados se morían cada vez más rápido. Las mujeres lloraban desconsoladamente sobre el cuerpo de sus maridos implorando al cielo su vida. La desesperación se vio en todos los rostros habidos y por haber en el pueblo. Pronto se acabaron todos los soldados adultos. Y tuvieron que salir al frente niños soldados. Entre ellos estaba Tom. 
Dijo que realmente los niños que se habían ofrecido eran sólo seis, pero iban a hacer lo imposible para salvar su pueblo de la devastación inminente. Hicieron lo que pudieron, pero de ellos, el único que sobrevivió fue Tom. Le hallaron inconsciente y manchado y corriendo le llevaron al hospital. 
El otro bando se autodeclaró vencedor y llevó a prisión todos los demás habitantes del devastado pueblo. Entre ellos la madre de Tom. Su padre había muerto en la guerra. Le dijeron a Tom que su madre estaba muerta para que no fuese a buscarla y más tarde, ella misma, la mujer que me estaba relatando esta dura historia lo cogió en adopción. Desde hace dos años, Tom nunca ha vuelto a sonreír de felicidad. No puede superarlo solo. Por eso los niños le llaman el niño de la sonrisa rota.
Sonrío. Realmente esta mujer sabía cuidar bien de Tom, la historia era totalmente verdadera.  Le doy las gracias a la mujer, pero le digo que si le importa que me quede un poco más aquí, a esperar a Tom.
La mujer, como siempre, con una amable sonrisa, me dice que tome asiento, que esa es mi casa.
Me siento en un sofá y miro el reloj. Pasado un tiempo, se abre la puerta. Y entra Tom. No ha cambiado nada. 
Le saludo y él me mira con desconfianza. Me dice hola secamente. Le digo que vayamos a su habitación a hablar. Veo que me mira diferente. Con una mezcla de sorpresa y a la vez desconfianza. Él se sienta y se tumba en su cama mirando a la ventana.
-¿Qué pasa?
-Tom, ¿Te acuerdas de mi?
Él gira la cabeza rápidamente y me observa de arriba a abajo. Me mira con cara de asombro y de incredulidad, sin poder creer tenerme de nuevo delante suya. De sus labios pequeños y finos sale en un hilo de voz la palabra "Mamá". Sonrío y le digo que sí, soy su madre. Él farfulla atropelladamente que su madre está muerta. Pero yo le digo que no. Que su madre estuvo en prisión dos años y que había vuelto para no separarse jamás de él. Que ninguna guerra, nada volverá a separarme de él. 
Él, rápidamente, corre hacia mí y me abraza. Y llora como nunca ha llorado. 
Yo no puedo reprimir las lágrimas, que caen por mis mejillas rápidamente. Cuánto tiempo sin verle. Por fin tenía la certeza que nunca me iba a separar de él.
Y él separó la cabeza de mi regazo y sonrió.
Sonrió.
Ahora ya no sería nunca más el niño de la sonrisa rota. Por fin tengo la certeza de que en el futuro nunca, ninguna barrera infranqueable, ni nada existente me impedirá ver sonreír a ese niño.

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