martes, 7 de enero de 2014

El Santo Grial I

Buenas, gente, voy a subir una historia  que escribí hace como 3 años y lo presenté a un concurso (gané, pero eso no importa, no quiero ir presumiendo por ahí de eso). Es corto, sólo ocupa 8 páginas de Word, pero lo voy a ir subiendo por partes para mantener la intriga xD
Espero que os guste :3 
Ale, ahí va:

La tarde londinense se tornó lluviosa. Desde los cristales de mi despacho veía las gotas de lluvia escurrirse lentamente hasta el marco del gran ventanal que cubre toda la pared. Estoy demasiado aburrida como para seguir el trabajo que me ha encomendado el Sr. Maxwell. En vez de llevarme por todo el mundo a yacimientos, me deja aquí enclaustrada. Con un largo suspiro, agrupé de nuevo los papeles y me puse a redactarlos con mi máquina de escribir. Yo acepté este trabajo para viajar, no para quedarme aquí encerrada. Pero, en fin, qué le vamos a hacer, mejor que no tener trabajo... De repente, unos dedos tamborilearon suavemente la puerta.
-Adelante-indiqué, para dar paso a la persona que se hallaba en el otro lado de la puerta.
Cómo no, era el Sr. Maxwell. Parecía excitado. Haciéndome la interesante, me incliné hacia él.
-¿Desea algo, Sr. Maxwell?
-Buenas tardes, señorita Lightwood. Vengo a plantearle una cuestión que va a ser la revolución del siglo.-Contuve el aliento varios segundos.
-Resulta que hace dos semanas mandé a examinar la zona de Gales a dos compañeros. Bien, señorita, sus dos compañeros, la Srta. Bayliss, y el Sr. Simpson han hallado manuscritos que muestran dónde se halla la copa con la que Jesucristo bendijo el vino en la Última Cena, el Santo Grial, y he pensado que les podría acompañar. ¿Qué me dice?-sonrió.
-Por supuesto que quiero acompañarle, señor-dije sin dudar.
-Oh, señorita, no me malinterprete, yo no estoy para esos trotes.
¿A qué se refiere?-le pregunté para saber hasta donde quería llegar.
-Que me jubilo, señorita-sentenció. Aquello me pilló por sorpresa.
-Pero usted…usted se merece encontrar el Santo Grial mucho más que yo. Yo sólo soy su ayudante-dije.
-Le concedo un ascenso-dijo el Sr. Maxwell con énfasis acompañado de una mezcla de alegría y tristeza en sus ojos-ahora su nueva secretaria será la señorita Cannelle Deville-hizo un gesto que indicaba que Cannelle pasase.
Era una chica más o menos de mi edad, veintidós años, quizá,  con un ligero toque escarlata en sus mejillas. Me recosté sobre el respaldo de la silla y elevé las gafas que se escurrían en mi nariz.
-¿Qué me dice a todo esto, señorita? La Srta. Deville estará a su  servicio las veinticuatro horas.
Azorada por la mirada en espera del Sr. Maxwell, bajé la mirada.
-Todo esto me parece muy bien, Sr. Maxwell-afirmé, después de un incómodo silencio.
-Estupendo-alzó la voz excesivamente-la espero mañana en la estación de trenes de Waterloo.
Por cuarta vez en toda la tarde, sus palabras me sorprendieron.
-¿Ha dicho usted que parto hacia Gales mañana?-dije incrédula.
-Perdone si se lo he dicho con poca antelación, hará como cinco horas que me han avisado.
-No importa, señor Maxwell, hasta mañana-de repente me di cuenta de que Cannelle se hallaba apartada de nuestra conversación. Me acerqué a ella.
-Srta. Deville, siento no haber podido entablar conversación con usted, pero es que todo esto del ascenso, me ha metido inexplicablemente en un pequeño trance, lo siento. Que sepa que es un honor para mi que usted sea mi secretaria- vi que estaba un poco tensa, así que le guiñé un ojo amistosamente para aliviar el ambiente.
-Para mí es mayor el honor, Srta. Lightwood-hizo una reverencia educadamente-Espero servirle de la mayor ayuda posible.
-Oh, no por favor señorita Deville, llámeme Katherine-repliqué avergonzada.
-Mis más sinceras disculpas, Katherine.
-No pasa nada, Cannelle. Le espero a las nueve para coger el tren hacia Gales, ¿Le parece bien?
-Sus deseos son órdenes, Katherine.
       Le dediqué una cálida sonrisa antes de irme pitando; iba justa de tiempo para preparar mi equipaje para el día siguiente. Antes de salir, vi que estaba lloviendo a mares, por lo que decidí coger un carruaje que pasaba por allí. Me metí rápidamente y me sequé lo más deprisa que pude.
-A Park Lane lo más rápido que pueda, por favor-indiqué al cochero que espoleó bruscamente a los caballos. Pasamos frente al imponente Arco de Wellington y sin decir ni gracias, cosa que sonó muy maleducado por mi parte, pagué y salí corriendo. Yo vivía en un piso pequeño situado enfrente del Marble Arch. Cogí mi maleta de viajes y me metí lo indispensable para mañana. No sé bien a qué hora terminé de guardar todo, pero era tardísimo. Exhausta, me dejé caer en mi cama, y sin moverme de posición, cerré los ojos y me dormí.

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