sábado, 11 de enero de 2014

El Santo Grial IV


 Todo esto era demasiado para mí. Miré a Josh. Estaba atrapado, y me miraba como despidiéndose de mí. Y miré al Santo Grial, la ambición de millones de arqueólogos de todos los tiempos, y también la mía, y ahora tenía que decidir: ¿Josh o el Santo Grial?c Josh era un idiota y un descarado, y el Santo Grial, mi sueño,  mi trampolín hacia la popularidad…
 De repente un recuerdo me vino a la cabeza.

“Una niña de cabellos negros como la noche y ojos esmeralda estaba en una tienda con su madre en Londres, había sacado muy buenas notas con su profesora en su primer curso de la escuela. La niña miraba con los ojos brillantes a cada una del escaparate. Su madre le dio la libertad total de comprar cualquiera, pero que sólo se podía llevar una, la que más le gustase. La niña miró indecisa a todas la muñecas. Todas le gustaban. Finalmente cogió al azar una muñeca que era un poco rara, pero era la que había salido… Cuando llegó a casa, muy ilusionada, intentó jugar con ella al té, pero era muy pequeña, y no le agradaba. Llorando y muy triste, fue a ver a su madre, y apenada, le dijo que la muñeca que había elegido no le gustaba y que la muñeca no quería beber té con sus otras compañeras de mesa. Su madre le sonrió y la acunó en sus brazos con cariño. “Cariño, ¿Por qué has elegido esta muñeca?”, le dijo. La niña le contó que lo había hecho al azar. “Hija, no vuelvas a elegir tus decisiones al azar, sobre todo las más importantes, porque las consecuencias que esa decisión pueden ser totalmente contradictorias a lo que esperabas. Guíate siempre por tu corazón y por tu conciencia, ya sabes lo que dicen, “el mediador entre el cerebro y la mano ha de ser el corazón”. La niña miró a su madre y le dio las gracias por decirle sus errores, y a partir de ese día supo que lo que le iba a servir de mucho en un futuro”.

Aquellos recuerdos pasaron por mi mente, desordenados y entrelazados, y paré de llorar. 
¿Cómo podía haber sido tan tonta?

Quedaban sólo siete segundos. Corrí hacia Josh, que me miró perplejo. Le ayudé a desatarle y le saqué en el tiempo justo  que la piedra se caía. Los dos juntos vimos como el Santo Grial estallaba en añicos de piedras preciosas. Josh me preguntó con la mirada: “¿Por qué?”
-¿Crees que te iba a dejar allí, y que te aplastase eso? Demasiado cruel.
Abrió la boca, pero yo me incliné y besé sus labios profundamente. Mostró un poco de sorpresa, pero accedió y se dejó llevar. Cuando me separé de su contacto, me  echó otra mirada preguntona y confusa.
-Necesitaba salvarte.
Él  sonrió y me abrazó. Pero nos separamos rápidamente, la sala se venía abajo.
-Muy bonito la declaración, yo también te quiero, pero no estamos para romances precisamente ahora.
Fuimos por el camino de Cannelle y el Sr. Simpson y vimos un pequeño resquicio de luz. Sonreí para mis adentros. Cannelle y el Sr. Simpson habían salido y supuestamente ahora estarían salvo en algún sitio.Salí y miré al horizonte y vi ¡la estación de Gales! Señalé a Josh hacia la estación y no hizo falta ni una mirada; corrimos hacia la estación. Cuando llegamos, era las doce de la noche, pero parecía todavía abierto. Era como si estuviesen esperando a unos pasajeros o algo por el estilo…
Cuando llegamos fui a la ventanilla a coger los billetes. 
-¿Son ustedes Katherine Lightwood y Joshua Clampton?-preguntóel cajero.
-Si, ¿por qué lo pregunta?-dije.
-Una señorita muy amable llamada Cannelle Deville nos encargó que guardásemos un viaje de última hora hacia Londres pagado ya por ella; además, le han dejado aquí sus respectivos equipajes.
Me quedé muda. Ya que lo había pagado, entré en la oficina y cogí nuestros equipajes.
-Muchas gracias por todo, señores-dije, muy agradecida por todo lo que hacían, pero mucho más estaba con Cannelle, porque no sólo nos había pagado el viaje, sino que también nos había traído el equipaje. Entramos en el tren, y más tarde, cuando llegamos a Londres, me despedí de Josh, y fui a mi oficina, me encontré con Cannelle, y unos bollos de crema en la mesa. Nada más verla, la abracé fuertemente.
-Cannelle, eres la persona más amable del mundo. ¿Cómo te lo puedo agradecer?
-Con nada, mujer.¿Dónde está el Santo Grial?
-Hecho añicos-suspiré largamente.
-¿Perdona?-me miró confusa.
-Es una larga historia…-murmuré, no me apetecía contar todo desde el principio.
-¿Me la contará algún día?-preguntó Cannelle.
-No lo dudes.Por cierto, ¿tú qué tal?
-Es otra historia más larga que la tuya-aseguró ella.
-¿Me la contarás otro día?-rebatí.
-Sí, puede que algún otro día.
Nos partimos de risa.  Sin duda éste iba a ser el comienzo de algo perfecto.

      
                                                                                                                               Epílogo.

La luz de la mañana pasó por nuestra cama de matrimonio. Me desperecé como un gato y  dejé que Josh siguiese durmiendo profundamente. Me vestí rápidamente y desayuné unas pastas con un poco de leche. Fui hacia una librería al lado de nuestra casa, para recoger un encargo que había pedido previamente. Entré y sonó la campanilla que indicaba que había entrado. El dependiente despistado se despertó de su sueño y me miró sorprendido. 
-Hola, ¿qué desea?-preguntó.
-Quería recoger el cuaderno donde se puede guardar documentos. ¿Lo tiene ya?
-Sí, ha llegado esta misma mañana, hace media hora si no me equivoco. Aquí tiene-me lo entregó.
-Muchas gracias. Que tenga un gozoso día, señor.
-Perdone el atrevimiento, señorita, pero, ¿usted es Katherine Lightwood, la que descubrió el Santo Grial?-me preguntó, un poco avergonzado, parecía que tenía miedo a que se hubiese equivocado de persona-fue usted muy valiente.
-Sí, señor, pero hombre, no me alabe, que no he hecho nada importante.
-¿Cómo?-estalló-Usted casi elige la riqueza y mata a un hombre inocente, pero no lo hizo,  y perdone que le contradiga, pero eso no es una cosa que cualquier señorita con su elegancia y belleza como usted. 
Me ruboricé levemente.
-¿Está tratando de ligar conmigo?-le amenacé-Que sepa que estoy casada y no está en  su derecho ligarme así como lo está haciendo.
El librero se rió.
-¿Cómo voy a ligármela si estoy casado yo también con Cannelle?-pegó una risotada.
Abrí los ojos sorprendidos. 
-¿Dick?¿Dick Simpson, el chico que vino con nosotros a la expedición del Santo Grial?-le sonreí.
-El mismo-me sonrió-Cannelle está dentro, organizando algunos libros. Puedes pasar si quieres.
-¿Si quiero?-le dije-¿Cómo que si quiero? Por supuesto que quiero, Cannelle es mi mejor amiga y mi secretaria.
Dick hizo una reverencia y abrió la portezuela educadamente. Entré por los entresijos de aquellas estanterías inmensas. Cannelle estaba apilando una serie de libros polvorientos.
Sorprendida, giró la cabeza hacia mi y al verme se quedó muy sorprendida.
-¡Santo Cielo, Katherine!¿Qué haces aquí?-preguntó Cannelle.
-Podría hacerte la misma pregunta-respondí-¿Qué tal te va?
-Bien, aquí, apilando libros.
-Vale, en serio,¿se puede saber qué demonios haces en una librería?-pregunté.
-Dick tenía antes de conocernos esta librería. Él está muy liado con todo esto, así que cuando yo tengo tiempo suficiente le ayudo un poco-explicó, un tanto cortada.
-Oye Cannelle, me tengo que ir, pero tranquila, ¡volveré!-le grité.
-¡Como no cumplas con tu palabra te voy a traer yo a rastras!-me partí de risa-¡Hasta luego!
Alcé la mano y la moví en forma de despedida. Entré en casa y vi la mirada interrogante de Josh al verme entrar en casa.
-He ido a comprar unas cuantas cosillas a la librería-le expliqué.
-¿Qué son “unas cuantas cosillas”?
-Unas cuantas cosillas, ya verás.
Entré en el estudio y abrí la página primera, en la que puse el título: El Santo Grial. 
La verdad es que esta historia termina muy bien, incluso demasiado bien, pero al menos para mí ha sido una historia que a marcado mi vida y quiero inmortalizarla para que cuando se la lea a mis hijos, y mis hijos a mis nietos, que tengan una idea de cómo fue mi vida, para que curioseen entre ella todo lo que quieran.

“La tarde londinense se tornó lluviosa…”

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