miércoles, 8 de enero de 2014

El Santo Grial II

    Me desperté al día siguiente con la frente sudorosa. Miré el reloj de péndulo del salón y vi que tenía tiempo de sobra: eran las ocho y diez. Sin prisa ninguna, fui hacia la palangana enfrente de mi cama, me aseé, y  me despojé de mi camisón para ponerme un vestido rosa abrigado.
Cogí mi equipaje y fui en carruaje hacia la estación de Waterloo. Busqué con la mirada al Sr. Maxwell, pero me topé con Cannelle, que iba ataviada con un gran abrigo de piel. Se dirigió hacia mí.
-Hola, Katherine, la estaba esperando.
-Eres muy amable, muchas gracias-me hice la interesante hasta que busqué al señor Maxwell. Frustrada, le pregunté a Cannelle.
-¿Dónde está el Sr. Maxwell? Se supone que iba a estar aquí ahora mismo.
-Ha cogido un resfriado bastante fuerte, no ha podido venir.
-Vaya, qué pena, espero que esté bien…
      Estuvimos  charlando animadamente hasta que salió el tren con dirección a Gales. El viaje fue largo y lleno de muchas paradas.  Por fin el tren se frenó. Fui hacia la zona indicada y encontré a todos los compañeros. Un hombre de pelo castaño  y ojos claros se dirigió hacia mí y me besó la mano educadamente.
-Buenos días, Katherine, soy el arqueólogo que organiza la expedición. Me llamo Joshua Clampton, pero por favor, llámeme Josh.
-Encantada. Esta es mi secretaria Cannelle Deville-me dirigí hacia ella. Se saludaron con una sonrisa.
Josh me indicó el lugar donde me alojaba en el hotel. Estuve sacando mi equipaje hasta el  anochecer. La noche trajo consigo buenos y plácidos sueños para mi cabeza.
       Todos estos días fueron muy confusos para mí, porque nadie se dignó a dirigirme una sola palabra, a excepción de la parlanchina Cannelle y de Josh. Después de tres días, por fin fuimos de expedición a la cueva de Pontnewydd, donde sólo se habían encontrado simples cadáveres de prehistóricos. Josh hizo un breve discurso antes de empezar:
-Señoras y señores, les he convocado aquí porque en esa cueva está nuestra gloria. En esa cueva está nuestro honor, ¡mi honor y vuestro honor! ¡No lo desaprovechéis! ¡No perdamos esta batalla, y si llegamos a perderla, hermanos, les prometo que irán de cabeza al infierno! ¡¿Quién está conmigo?!-gritó, enérgico. Los arqueólogos presentes estallaron en chillidos de ánimo. Cuando cesaron los vítores, Josh nos dividió en varios grupos o secciones. A mí me tocó la parte norte. Una chica rubia que presidía mi  grupo, dijo con desdén:
-Vaya, menudo asco, yo pensaba que esto iba a estar al menos más limpio, me parece mentira que nosotros descendiésemos de esos asquerosos cavernícolas.
Por su actitud, supe que era la  Srta. Bayliss.
-Mirad por allí, puede que haya alguna pista que nos lleve hasta ese cachivache.
Inspeccioné una zona un tanto curiosa. Se trataba de un sol rodeado por círculos concéntricos. La Srta. Bayliss me apartó, pero mi hombro empujó el botón del sol. Nuestro equipo se vio sometido a un peligro inminente por mi culpa.
      Era una piedra gigante que rodaba por el pasillo angosto en el que trabajábamos. El pedrusco giraba raudo e implacable hacia nosotros, que corrimos lo más veloz que pudimos. La Srta. Bayliss se paró, exhausta, no podía más. La piedra avanzaba rápida como el rayo hacia nosotros. Corrí hacia ella y la impulsé a duras penas, pero era demasiado tarde.
La piedra la aplastó por completo.
      No pude evitar pararme y ver si estaba bien, pero lo único que vi fue una gran masa dura que me dio en la cabeza. Luego todo se volvió negro. Cuando desperté me hallé dentro de una sala de hospital. Conteniendo la respiración, vi a mi lado el cuerpo dormido de la Srta. Bayliss, y que un cura le estaba bendiciendo rodeado por un séquito de mujeres y hombres (sobre todo hombres) que iban vestidos de negro. Conteniendo la respiración, me levanté. Por allí estaba Cannelle sollozando.
-Cannelle, ¿qué demonios pasa aquí?
-Oh, Katherine-susurró-la Srta. Bayliss… la están bendiciendo.
-Ya, de eso me he dado cuenta, pero ¿por qué hacen eso?
-¡Oh!-exclamó ella-¿todavía no se ha enterado, Katherine?
-Me temo que no.

-Resulta que…-un silencio incómodo surgió entre las dos-la señorita...ha muerto-su voz enmudeció, triste.
      Todo cuanto me rodeó se tornó negro. La chica que aunque fuese un poco insolente, era buena persona, en el fondo más profundo de su corazón, había muerto. Pero eso no era lo peor. Era por mi culpa. Si mi hombro no hubiese accionado ese maldito botón, habría salvado su vida. Le eché una mirada rápida antes de salir de la sala. Cannelle me siguió.
-Cannelle, aparte de esto, ¿hay algo relevante que me haya perdido?.
      Ella hizo una mueca antes de dirigirse hacia mí con expresión taciturna.
-La roca que accionó por accidente ha sido la muerte de la Srta. Bayliss, pero a usted sólo le ha dejado inconsciente dos días, y además, la cueva de Pontnewydd…-su voz se volvió a quebrar-se ha derruido parcialmente. Ayer unos grupos de mantenimiento han ido a intentar reconstruirla de alguna manera, pero no creo que sea de fácil arreglo.
-Vaya por Dios, que faena-me lamenté-esto no creo que pueda empeorar…
-Estoy de acuerdo-afirmó. Sus ojos me miraban con una curiosa mezcla entre comprensión y pesar. Pasamos por los pasillos para irnos al hotel, pero en la entrada estaba Josh charlando con varios individuos.
-Oh, Katherine, ya has despertado de tu sueño perenne-dijo con un poco de sarcasmo disfrazado-Sepa que ha sido muy valiente intentando salvar a la Srta. Bayliss. Déjeme que le diga algo. Di dos pasos.
-Más cerca-exigió-estaba a un metro de longitud de él. Siguió pidiendo que me acercase, hasta que podía oír su respiración, y dos segundos más tarde y antes de que me diese cuenta, se abalanzó sobre mí y me besó, delante de todos, sin ningún recatamiento. Yo le aparté y le propiné un buen manotazo.
-¡¿Usted que se cree, que soy una muñeca de trapo?! ¡Será desfachatado! ¡Váyase de mi vista inmediatamente si no quiere que le vuelva a pegar un manotazo!-le grité, encendida por la ira. Josh se sorprendió por mi reacción, y corrió pasillo abajo. Luego todos los chicos se rieron y me quedé allí, humillada por un hombre que pensaba que iba a ser medianamente listo como para no caer tan bajo… Me fui a mi habitación y me pregunté qué sería de mí después de lo ocurrido en el yacimiento. En fin, lo único que puedo hacer es encerrarme en mi habitación y esperar lo que tenga que esperar…

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